Comentario: Ningún
año falta a la cita y éste no podía ser
una excepción, la lluvia volvía a estar presente.
¡Quizá deberíamos tener en cuenta este dato
para celebrar estas jornadas de jazz más a menudo!
En lo estrictamente musical, el dúo se presentó
con seriedad y apenas unos minutos de retraso sobre la hora
prevista.
Comenzaron manteniéndose sentados con la misma pose
todo el concierto, es decir, Abercrombie con su guitarra frente
al público, y Vitous con el contrabajo ladeado.
Un tema de Bill Evans, “Nardis”, sirvió
de excusa para iniciar el concierto al más puro estilo
ECM, es decir, cargado de elementos poéticos, sonidos
cristalinos e interpretación apasionada, cool jazz
superlativo de dos de los más firmes valores del citado
sello alemán, con un dilatado historial a sus espaldas.
Y es que el famoso adagio “el sonido más bello
después del silencio” define la entrega tanto
por parte de los músicos como del público, que
se mostró silencioso y atento, concentrado y hasta
meditativo, ante un sonido suave y reflexivo.
Este dúo habla de forma callada, pero profunda, comprometida
y cerebral. De pensamientos consonantes en voz baja por encima
de diálogos, discusiones o disonancias, dos artistas
viviendo su arte en el momento del alumbramiento, con sonido
inconfundible y atesorando tanta personalidad que se les identifica
a la primera escucha, en un concierto de música de
cámara del siglo XXI que impactó por sus convicciones.
Abercrombie, con su finura habitual, deslizó sus manos
sobre la guitarra a la vez que musitaba -al igual que su colega
en ECM, Keith Jarrett- en bastantes pasajes del concierto.
Vitous sorprendió curiosamente porque no utilizó
del arco, una de sus características más personales,
en toda la noche.
Con el bis obligado -”I Fall In Love Too Easily”-
se dio fin a una noche llena de música pura y creativa.