Comentario: No son pocas
las veces que el jazz ha posado su mirada en los ritmos nacidos
al sur de la América del Sur. Desde los tiempos del
ragtime,
músicos de los más diversos estilos han tomado
contacto con ellos de forma constante, ocasional o anecdótica
con resultados muy diferentes: Gato Barbieri, Charlie Haden,
Paul Bley, Antonio Serrano, John Zorn, Pat Metheny, Adrián
Iaies, Dizzy Gillespie, Dino Saluzzi, Gary Burton, Carla Bley,
José Reinoso, Gianluigi Trovessi, William C. Handy, Guillermo
Klein, Joe Zawinul, Guy Klucevsek, Chick Corea, Joe Lovano,
Gerry Mulligan, Branford Marsalis, Richard Galliano, Luis Salinas,
Randy Brecker, John Hicks, James Carter, Hermeto Pascoal, Paquito
D’Rivera, Satoko Fujii, Al DiMeola, Charlie Mariano, Enrico
Rava… por poner algunos ejemplos variados.
Emilio Solla está sin lugar a dudas entre los que
lo hicieron y lo hacen con mayor naturalidad: su estilo es
casi impensable sin los acentos del tango, la chacarera, el
candombe, la zamba, el malambo, la milonga… Y lo importante,
como pudimos escuchar en el Café Central, es que junto
a ese estilo hay talento, una serena personalidad y una sabia
madurez que le impide caer en los subrayados que muchas veces
lastran propuestas de este perfil.
En el acercamiento a los ritmos urbanos, no aparecen fraseos
mimetizados con Piazzolla, ni en las aproximaciones al folclore
rural argentino la batería pretende ser una versión
sofisticada del bombo legüero, por citar sólo
un par de clichés bastante irritantes.
La gran mayoría del material presentado estuvo compuesto
por piezas del pianista mendocino, varias de ellas procedentes
de su último álbum, Sentido (Fresh
Sound), “sencillamente, uno de los mejores discos de
jazz del año” según reseña All
About Jazz (con la firma de Joshua Weiner).
"Tango changes" fue el tema seleccionado para ir
mostrando las señas de identidad del grupo. El tenor
de Gorka dejaba en el aire un delicado aroma tanguero; Emilio
dirigía a sus compañeros con la mirada, trenzaba
un bello pasaje con David González y dialogaba con
gran soltura con Benítez; David Xirgu por su parte,
manejaba las baquetas de un modo sutil e inteligente, como
lo haría a lo largo de toda la actuación.
Siguieron con la contagiosa "Chac-a-Frik", luego
con una interesante versión de "Van Gogh"
de Ignasi Terrasa, y cerraron el primer set con un
clásico del repertorio tanguero: "Milonga de mis
amores" de Pedro Laurenz, en el que tras la exposición
del tema se formaron unos dúos chispeantes, destacando
el papel de Gorka en el manejo de la flauta (instrumento especialmente
dotado para la agilidad que reclama la milonga) y el pianismo
dinámico pero nunca recargado de Emilio.
La reanudación arrancó en solo piano con "Bajo
malambo", un tema con gran energía en el que Solla
percutió por momentos el piano evocando el zapateo
característico del ritmo citado en el título.
"Llegará, llegará, llegará"
trajo perfumes de candombe, música rioplatense de raíces
negras, especialmente cultivada en Uruguay, en la que destaca
el papel de la percusión. El batería de Badalona
(que, recordemos, también colaboró con otro
pianista cercano al tango: Adrián Iaies) aprovechó
la oportunidad para dejar algunas pinceladas de su arte y
Gorka Benítez volvió a dejar otro solo de gran
inventiva.
En la siguiente pieza, "El ritmo cambia", composición
de Solla con aire de zamba, el pianista hizo gala una vez
más de su gran sensibilidad.
Con "Buenos Aires Blues", ya todo un clásico
en el repertorio de Emilio, el cuarteto conducido estupendamente
por el pianista finalizó la segunda parte por todo
lo alto. David González –que sin tener el bagaje
de otros contrabajistas que acompañan a Solla como
Horacio Fumero, Pablo Aslán o Patrice Caratini, desempeñó
muy bien su papel durante todas la noche- dibujó aquí
un hermoso solo en el que no faltó el empleo del arco.
El saxofonista de origen vasco se lució con unos fraseos
impregnados de carácter porteño y Xirgu desplegó
su solo más extenso y potente.
En el bis tocaron "Una para Gorka", pieza de intenso
lirismo, con unos diálogos entre Solla y Benítez
como para pedirles un disco a dúo.
Muy buena actuación de Emilio Solla y afines, un grupo
que -a no dudarlo- es merecedor de una mayor atención
dentro del cada vez más amplio panorama de nuestro
jazz.