Comentario: ¡Los tiempos
corren que vuelan! Y las nuevas generaciones toman el relevo
de las anteriores. Eso es precisamente lo que sucedió
el domingo con el quinteto de Kurt Rosenwinkel, que se convirtió
en el concierto más interesante de estas XI jornadas
y eso que lo tenía bastante complicado, tras la actuación
del dúo Abercrombie-Vitous del primer día.
Este quinteto practica un jazz bello, sencillo, en apariencia,
y amable. Apoyado en la excelente técnica tanto individual
como colectiva, se desenvuelve con facilidad asombrosa, alejándose
de estridencias y saltos bruscos, obteniendo un sonido sólido
y compacto que obliga a cada miembro a escucharse; y a quienes
les escuchan, a los aficionados, a tener un oído para
cada músicos.
Un combo donde no existen los solistas, si no que los solistas
son todos y cada uno, grupo monocolor compuesto de muchos
colores, que conforman un collage de diversas tonalidades
y subtonalidades. No existe, por tanto, exposición,
nudo y desenlace.
Apoyándome en el argumento de la sencillez, diré
que el líder de la formación, Rosenwinkel, es
un guitarrista que aparenta no hacer nada y que, sin embargo,
dice mucho. De sonido introvertido, casi tímido, y
delicado, hace de su forma de interpretar un ejercicio de
belleza, donde sus dedos se muestran ligeros al compás
de sus ojos, cual fase REM, alcanzando ecos profundos y finitos.
Otras veces sus dedos se tornan en “mariposas”que
se posan en cada cuerda en un vuelo de entrelazados sonidos.
Y qué decir de sus dúos con Turner, que más
que diálogos en realidad son monólogos lanzados
a la atmósfera, como mensajes que alguien debe recoger,
como un mensaje en una botella. Y, es que a veces, tanto Kurt
como Mark no parecían mostrarse atención alguna,
¡como si eso fuera posible! Mientras el primero se ensimismaba
en un solo, el otro marcaba el ritmo con su tenor, con un
toque entrecortado y seco que terminaba en un aplauso encarecido
y enérgico del público.
Mientras esto acontecía, Golberg competía con
su piano elegante, fino y tímbrico, cuyos agudos son
cadencia de lluvia y sus medios y graves ponen en marcha la
maquinaria, unas veces del trío, otras del cuarteto
y otras del quinteto.
Joe Martin, es el músico que menos vimos o en el que
menos nos fijamos, pero lo cierto es que es un bajista de
técnica depurada, y un complemento ideal para el combo,
sabiendo aplicar el feeling y el swing cuando correspondía.
Y por último Jeff Ballard, un batería que no
duda en utilizar sus manos desnudas para hacer temblar sus
tambores y combinándolas con las baquetas para realizar
un solo pleno de ritmo y contundencia.
Bueno con esto está casi todo dicho, eso creo…
y digo casi, porque siete minutos de aplausos interrumpidos,
después de la retirada y una nueva salida para saludar,
no contentaron al público, que exigió más.
Lo que consiguió fue ni más ni menos que una
hermosa balada, “Round Midnight”, para alboroto
y dicha de aficionados y profesionales, ¡que haberlos
haylos!