Comentario: En la Música,
como en el Arte, existe una máxima: “Repetirse
es morir”.
Hay músicos que se copian así mismos. Otros,
por el contrario, parecen haber encontrado su justo acomodo
en el culmen de su dilatada carrera y simplemente se detienen,
ya no buscan el compromiso ni el riesgo: este quizás
es el caso de Ponty, músico con letras mayúsculas
que ha conseguido mucho a lo largo de su vida profesional.
Lejanos quedan los días en el que se convirtió
en el heredero natural de Stephane Grappelli, del cual recibió
el violín, que así lo acreditaba.
Pero esto no es óbice para que siga siendo uno de los
grandes del violín a nivel mundial, y que sea un placer
para los sentidos disfrutar de su incomparable sonido, que
le lleva al aplauso fácil desde los primeros compases.
No es que es su forma de entender el jazz-rock haya variado
sustancialmente desde los 70. Ya por entonces –y siempre
como líder– fue el centro de atención
de su música. Desde su egocentrismo domina la situación,
generoso en sus solos, sus músicos son “instrumentos”
al servicio de su música, convirtiendo el combo en
sonido compacto y granítico, pero paradójicamente
ligero, poco denso, rozando en ocasiones la New Age, donde
lo africano tiene cabida, lo cual es un aporte de los últimos
años.
William Lecomte, fue su mejor cómplice, con el que
mas dialogó, alcanzando su momento mas turbador en
una balada de Thelonious Monk, para piano y violín,
“Monk’s Mood”.
Tampoco podían faltar clásicos de su discografía
como “Enigmatic Ocean”, que desembocó en
un solo de contundente baqueteado a cargo de Arpino –un
batería muy de su agrado– ya visto en ocasiones
anteriores y con distintos baterías.
El bajista camerunés Nsangué Akwa también
pudo lucir sus dotes técnicas en un tema de marcado
sonido festivo, africano, que hizo las delicias del público,
recordando más a Pastorius que a su compatriota Richard
Bona.
Los últimos instantes del concierto fueron para Arpino
y para el senegalés Taffa Cissé. Ambos mantuvieron
un pulso de bajadas y subidas, un pulso de ver quién
puede más, un reto de compenetraciones percusivas,
que rompió palmas entre el público.
Con esto pareció acabar todo, pero el vitorear y aplaudir
constante del público les obligó a volver a
salir, poniendo colofón a una exitosa velada.