Comentario: El concierto
de los Earthworks de Bill Bruford en Jazz en la Costa fue una
propuesta de jazz correcto, sin más pretensiones que
las del mero entretenimiento, algo totalmente diferente a lo
que habíamos podido presenciar la noche anterior con
el quinteto de Bill Frisell. De manera que para un sector del
público la música aparecía como descafeinada,
y sin embargo para el resto del personal, la amplia mayoría,
seguramente antiguos fans de Yes, Genesis o King Crimson, no
debía de ser así dada la inmensa ovación
que despertaba cada solo que hiciese cualquiera de los músicos,
especialmente el protagonista de la noche, Bruford en este caso.
Los temas se mostraron similares a los de anteriores formaciones
de los Earthworks, que pasan por contar con estructuras muy
parecidas a los trabajos de King Crimson de los años
ochenta, como Discipline, Three of a Perfect Pair o Beat,
con ritmos repetitivos sobre los cuales Bruford generaba una
base de percusión rica en matices aditivos.
En realidad sería difícil apreciar la diferencia
entre un repertorio como el que ofrecieron, basado en su nuevo
álbum Underground Orchestra, o en cualquiera de sus
trabajos al frente de esta formación (nada que ver,
por otra parte, con su genial If Summer had its Ghosts con
Ralph Towner y Eddie Gomez). Parecía como si todo estuviese
medido perfectamente, hasta el punto de echar de menos un
solo que contase con una mínima parte de improvisación.
El punto más claro fue cuando Ballamy comenzó
su primer solo con el soprano, y en medio de su corrección,
entonó las cuatro notas del A Love Supreme las veces
necesarias hasta que el publico empezase a aplaudir, para
volver a la melodía que en su día compusiera
Bruford para él, todo entre sonrisas cómplices
felicitando su “audacia”.
Cottle al bajo entonó ritmos funkeros mientras Simcock
mostró su habilidad para tocar el piano, demostrando
también que si le dejan tocar puede madurar su gran
capacidad pianística. El bajista pareció algo
perdido, ya que no encajaba demasiado bien su forma de tocar
con las aceleraciones y desaceleraciones típicamente
progresivas de su jefe de filas, incluso cuando interpretaron
un tema que parecía sacado de una teleserie americana,
o navegando por mares tranquilos y felices emulando las atmósferas
sonoras que ya fabricara el cuarteto europeo de Jarrett a
finales de los setenta, como el que se intuye en su éxito
“My Song”, aplicados a temas como “On The
Mend” o “Flutter”, en los que Simcock dejó
deambular su mano derecha por las teclas del piano con una
delicadeza exquisita mientras la izquierda le ofrecía
unos apoyos suaves que apenas apreciables.
Música sencilla y sin más pretensiones que
las de hacer pasar un rato agradable al oyente, a veces cercana
al pop, al rock, o al rock progresivo pero con un tempo extremadamente
lento, que a veces, repito, desembocó en la atmósfera
cutre de la banda sonora de teleserie familiar. Todo esto
vino a desembocar en el último tema de la noche, antes
del bis, que se conformó como una serie de dúos
entre los miembros de la formación y el batería,
que finalizaron con un solo de Bruford mientras caían
unas gotas de lluvia, que sin duda, fue lo mejor de la noche.