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EGBERTO GISMONTI
Festival de la Guitarra de Córdoba 2006

  • Fecha: 14 de julio de 2006.
  • Lugar: Gran Teatro de Córdoba.
  • Componentes:
    Egberto Gismonti: guitarras.

  • Comentario: Volvía Gismonti al escenario cordobés tras el varapalo sufrido el año anterior, cuando el avión que le traía extravió sus guitarras y tuvo que dar, a última hora y a punto de cancelarse la actuación, un concierto a piano solo que no estaba preparado. Este año, por fin teníamos al multiinstrumentista brasileño con sus guitarras en el escenario, y esperábamos que se resarciera del suceso del festival anterior ofreciéndonos un espectáculo formidable.

    El aforo apenas llegaba a la mitad del teatro, suponemos que por coincidencia de horarios con el concierto que posteriormente ofrecía George Benson en los Jardines del Alcázar, y que, al parecer, no ofreció demasiados pasajes guitarrísticos y sí muchos temas de años atrás cantados para embaucar a las damas. Y resultó extraño que, dada la calidad, la asombrosa calidad del concierto de guitarra que nos ofreció Gismonti, no hubiese un lleno absoluto en éste.

    Se esperaba al Gismonti en su faceta de guitarrista más cercano a la orquestación y al choro, así lo atestiguaba el programa que podíamos leer en nuestras butacas, sin embargo, comenzó directamente con el esbozo de esa especie de popurrí de músicas del Amazonas que ideara en compañía de su compadre Nana Vasconcelos, el magnífico “Dança Das Cabeças”, que interpretó a modo de suite frenética, repleta de recursos infinitos que definen el lenguaje musical propio de este músico.

    Un músico creador de atmósferas, que con una facilidad demoledora recurre a todo tipo de estrategias guitarrísticas con su instrumento de 10 cuerdas, creando todo un compendio de sonidos inimaginables que se tornaban en una suerte de demostración a los alumnos allí presentes de la infinita capacidad fonética (permítanme utilizar esa acepción: esa guitarra era casi humana porque tenía alma, y a veces parecía gritar, y otras veces susurrar) que posee un instrumento tan sencillo como la guitarra. Gismonti frecuentemente intensificaba y reducía el volumen de su instrumento, y cuando reducía y comenzaba a interpretar sus melodías con un timbre bajísimo y la audiencia se enmudecía para captar esos ínfimos sonidos hermosos, el vello se ponía de punta, pues la música fluía cual río cuando cruza una selva, virgen y viva, como siempre fue la música de Gismonti.

    Una música que invitaba a escribir sobre otras cosas, robándole a la guitarra notas imposibles, un chirriante pulsación sobreaguda en medio de un ritmo grave que prácticamente se hace imposible llegar a esa nota, en un mástil de tan considerables proporciones, o el constante recurrir a los armónicos con una destreza que los hacía parecer fáciles de conseguir, una forma compleja de describir la belleza con una música repleta de inocencia y humanismo, que alcanzaría su clímax en el concierto durante la interpretación de “Dança Dos Escravos”.

    Sólo ver a Gismonti afinar la guitarra de 8 cuerdas ya resulta un espectáculo, y más formidable aún la capacidad del brasileño para subir la intensidad de un tema sin llegar a ensuciarlo, como le puede suceder en ocasiones a Michel Camilo. Y es que Gismonti utiliza a la perfección el elemento “ruido” como parte de su lenguaje musical, un lenguaje del que resulta difícil despistarse durante el concierto por su carácter hipnótico, envolvente, y que, en ocasiones acompañado de su voz a capella, en otras utilizando la percusión sobre el cuerpo de la guitarra mientras pulsaba con la mano izquierda las cuerdas a modo de bajo, y en otras tocando las cuerdas a la altura de los tornillos, tras el hueso, nos demostraba una y otra vez el grado de virtuosismo de Egberto Gismonti.

    Tras una hora y cuarto de concierto, y el caluroso aplauso de un público escaso pero entregadísimo, Egberto apareció de nuevo, agradeciendo con una mano en el pecho a la audiencia, y la otra portando una pequeña lija de uñas que, una vez sentado, utilizó para arreglar las de su mano derecha e interpretar el bis de uno de los mejores conciertos a guitarra sola que se recordarán en la ciudad califal.

    Texto © 2006 Diego Ortega Alonso
    Fotos © 2006 Toñi González Gallardo