Comentario: El concierto
de Oregon el pasado 16 de julio en el Festival de Jazz en la
Costa se caracterizó por dos rasgos: perfección
formal y felicidad musical. Y entiéndase por felicidad
musical el hecho de que los músicos salieron al escenario
con ganas de ofrecer un espectáculo en el que la alegría
y las buenas vibraciones primaron como concepto fundamental
en el desarrollo creativo.
Mark Walker toca la batería intercalando las baquetas,
las escobillas y sus manos para conseguir distintos matices
de su instrumento, que cuadran perfectamente con la suavidad
de la melodía general. Los solos de guitarra de Towner
se intercalan con una percusión con aires unas veces
latinos, otras veces con planteamientos orientales, para crear
atmósferas muy al estilo de las que a lo largo de 30
años nos vienen ofreciendo Oregon: música que
invita a correr por prados verdes o a recolectar setas alucinógenas
y sentirse feliz con el entorno natural.
El concierto estuvo centrado principalmente en el repertorio
del nuevo álbum de la banda, Prime, que continúa
con una línea basada en las guitarras de Towner y en
la dulzura del sonido de McCandless, apoyado, cómo
no, en la gran figura del contrabajo que es Glenn Moore. Mark
Walker en su instrumento hizo que no se echase de menos en
absoluto a los anteriores percusionistas de la banda, pues
cumplió perfectamente su papel.
Desarrollos abstractos dentro de una melodía simple
y alegre, que, unido a la casualidad de la celebración
en Almuñécar del día del Carmen, ofreció
un espectáculo de fuegos artificiales y cohetes que
el grupo no dudó en utilizar dentro de sus parámetros
musicales para regocijo de la audiencia, que alternaba la
visualización del escenario y del cielo como si ambos
formaran parte de la misma escenografía. Sin duda,
un momento mágico que los músicos disfrutaron
tanto o más que el público asistente, a tenor
de lo que dejaban ver en sus inmensas sonrisas sobre el escenario.
Después de este pasaje pasaron a interpretar un tema
de Glenn Moore en el que McCandless se cambió del soprano
al clarinete bajo, una pieza musical con un aire desenfadado
mientras volvían a aparecer los cohetes en los cielos
granadinos. Ralph Towner a estas alturas ya alternaba las
guitarras con los teclados, arrancándoles sonidos que
cuadraban con las líneas melódicas contenidas,
expresadas por el conjunto, que dieron paso a un “Free
Improvisation” que se tradujo como una explosión
libre, llena de sonidos abstractos encabezados por un Towner
en estado de gracia realizando una exhibición de música
del mundo, con ritmos que invitan ora al movimiento corporal,
ora a la meditación trascendental, música que
se modula en función del lugar donde se escucha, y
en el parque el Majuelo sonó realmente de maravilla.
Sin duda un concierto hecho a la medida del lugar y del festival,
que el público asistente celebró con el grupo
haciéndole salir dos veces más al escenario.