Comentario: Apenas un mes después de haberse presentado durante una semana en el Café Central el Ensamble Nuevo Tango volvió al mismo escenario confirmando su poder de convocatoria.
Claramente situado dentro de lo que ha dado en llamarse off-jazz, el grupo liderado por Fernando Egozcue es un habitual de los circuitos jazzísticos, habiendo participado en diferentes festivales nacionales e internacionales (los de Montreal y Ann Arbor han sido los últimos en recibirlo y el de Copenhague será el próximo).
El concierto del pasado lunes abrió con “Viejos aires”, composición del guitarrista casi siempre presente en los conciertos del Ensamble. Tras la breve introducción de Fernando los demás instrumentos comenzaron a sumarse poco a poco hasta tejer una melodía de un dinamismo arrebatador con aires inequívocamente piazzolleanos.
Estos músicos de formación clásica construyen –con arreglos de Egozcue– una propuesta en la que aúnan con gran acierto el virtuosismo propio de la música de cámara con la pasión que corre por las venas del tango.
Tras presentar otras composiciones del guitarrista en las que no faltaron unos solos impecables, llegaron dos temas de Astor Piazzolla que cerraron el primer pase con el público ya totalmente entregado: la milonga “Fracanapa”, con Ezequiel Lezama evocando al gran bandoneón ausente y Thomas Potiron volando cada vez más alto, y “La muerte del ángel” con unas intervenciones de refinado romanticismo a cargo de Laura Pedreira, del violinista y de Fernando Egozcue.
Si la primera parte del concierto había estado muy bien, la segunda fue notable, con un ambiente muy cálido que disparó la energía del septeto.
Comenzó el guitarrista solo, bordando con una digitación exquisita una versión armónicamente muy elaborada de “A la guardia nueva”, composición del gran bandoneonista Aníbal Troilo, incluida en su reciente álbum en solitario “Solo tango”.
Luego destacaron temas de Piazolla como “Otoño Porteño” (con un delicado fragmento de Pereira, nostálgico como la lluvia) y “Verano porteño” (con las inspiradísimas cadencias de Sergio Menem y Thomas Potiron) y composiciones de Egozcue como “Lejos”, “Malo”, la potente “Cupa” (una de las más celebradas de la noche) y “Brasil sacrificado”.
Gran trabajo de Fernando Egozcue como guitarrista, compositor y arreglista, conduciendo al conjunto con un equilibrio admirable. Sorprendente el nivel del joven Potiron, la más reciente incorporación al Ensamble Nuevo Tango, a quien le toca el difícil papel que en la formación original desempeñaba nada menos que Ara Malikian. Cuando la música del grupo parece alcanzar la cima, los solos del francés la elevan a la estratosfera. Brillante la labor de Ezequiel Lezama, cada vez que las cuerdas le ceden protagonismo su agilidad, su poderosa energía y el sentimiento que pone en cada ataque nos regalan un gran momento. El violonchelo de Sergio Menem es algo así como el corazón del grupo, y cada uno de sus latidos está alimentado con un rigor y una precisión implacables. Laura Pedreira por su parte, se mueve con especial sensibilidad, tendiendo puentes entre la base rítmica y los solistas, y cuando su piano queda en primer plano la delicadeza nocturna de su toque puede tener, paradójicamente, un efecto demoledor. Miguel Rodrigáñez, uno de los cuatro miembros que quedan del primer Ensamble, aporta el pulso seguro que la banda necesita y cuando el madrileño suma su arco a los de Potiron y Menem, genera un fuego conmovedor. Por último, la batería minimalista y rica en sutilezas de José San Martín (a destacar su buen uso de las escobillas), acaba por redondear el sonido del grupo.