Comentario: Fue un encuentro en cierta manera informal impulsado por Pablo Martín-Caminero -con la complicidad de Dick Angstadt de Bogui Jazz- entre cinco músicos que nunca antes habían tocado juntos, aunque algunos de ellos sí habían coincidido en diferentes formaciones.
En una sala prácticamente llena, Albert Sanz realizó una breve y cristalina introducción que al instante generó gran expectativa entre una buena parte del público: de inmediato se hizo reconocible esa balada conmovedora de Charlie Haden titulada “First Song”. El quinteto arrancó suave, exponiendo la melodía con una gran fuerza interior. Después destacaron los solos de Santandreu, Martín-Caminero (inteligentemente apoyado por las escobillas de McGill), Serrano y Sanz, para luego cerrar los cinco por todo lo alto. Este esquema, con un desarrollo extenso y espacios generosos para que los solistas se lucieran buceando en las diferentes líneas melódicas, se prolongó en “Second Song”, composición del armonicista con potentes solos de Santandreu y Serrano, y en una efervescente “Jubilation” (de Charlie Parker) con Martín-Caminero y McGill empujando fuerte desde atrás. Con sus amplios espacios para las improvisaciones, consumieron la primera parte del concierto. Prosiguió con un tema que se salió de ese esquema de exposición-solos-cierre, “Todos tocan en re bemol” de Santandreu: ofreció un trabajo colectivo más complejo, un jazz libre, denso, poderoso, con Pablo haciendo uso del arco y Jesús recreándose en su lado más coltraneano. A continuación, llegó “Chacarera”, un tema del pianista valenciano, que trajo esos colores suramericanos en los que Serrano ya se mueve con gran familiaridad. Sus solos y los de Jesús fueron muy aplaudidos. Antes de finalizar su actuación, el quinteto quiso dedicarle una pieza a Dick y, con los ecos de Casablanca, pusieron un broche de oro con “As Time Goes By”. Los aplausos pidieron más y llegó la propina: “11 de septiembre”, compuesta por el baterista de Montevideo rememorando el golpe del 1973 en Chile, un tema arrebatador en el que Jesús y Antonio volvieron a lucirse volcándose en cuerpo y alma.
Merecerían estos Cinco la oportunidad de definir, desarrollar y ajustar más su propuesta. Si estos músicos enseñaron una química tan positiva entre sí y un resultado tan contundente sin haber tenido prácticamente tiempo de ensayar, con un trabajo más formal detrás, el panorama resultaría muy prometedor. Fue una suerte que Bogui Jazz apostara por un grupo que no existía y que quizá no vuelva a existir más que en el recuerdo de quienes compartimos con él tres noches de buen jazz.