Comentario: En una tarde desapacible, en la que el viento, el frío y la lluvia se hacían presentes en Valladolid, retornaba a la escena local el grupo de José Luis Gutiérrez para hacer una escala en su amplia gira, que con varios de sus proyectos está recorriendo toda España.
Siempre es un placer el escuchar en directo a esta formación: con un estilo muy característico, que mezcla la improvisación del jazz con las raíces musicales de la península ibérica y unos muy cuidados arreglos, el cuarteto hizo disfrutar por igual al público adulto y a los infantes.
Se nota que la formación está muy rodada y, lo que es más importante, disfruta en el escenario. Esto se contagia desde el primer momento al espectador. A la indudable calidad artística y dominio de los vientos de José Luis Gutiérrez se suma una formación de músicos locales: Charlie Crespo, guitarrista con bastantes años de experiencia, de toque tranquilo y emocionante, que se encuentra en un momento muy dulce de su carrera, César Díez, contrabajista joven y creativo, que se desenvuelve con gran maestría y en el que se observan grandes capacidades de crecimiento y Antolín Olea, baterista de facetas muy diversas y contrapunto de los guiños musicales de José Luis, conectó muy bien con el público y realizó un excelente trabajo. Mi enhorabuena a los tres.
De José Luis Gutiérrez poco se puede decir: un artista excepcional y humilde (me viene a la memoria una frase de Antolín Olea, “yo soy el hombre más humilde del mundo”), que dejó bastante protagonismo a sus compañeros y nos regaló brillantes escenas, además del estreno del tema “Fruit Salad”, composición con aires arabes que gustó y fue muy bien recibida.
Por último me gustaría destacar la apuesta de la Asociación de Vecinos de Parquesol, organizadora del concierto, por realizar este tipo de iniciativas. Hubo una más que aceptable asistencia de espectadores que disfrutaron y salieron de la sala mostrando una amplia sonrisa.
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