Comentario: Por segundo año el Zac Jazz Club se ha convertido, a lo largo del Festival Internacional de Jazz de Barcelona, en el club alternativo a los conciertos que se llevan a cabo en los grandes escenarios de L’Auditori y del Palau de la Música. De los diversos conciertos programados, los dos que se van a comentar presentaban a priori un mayor interés.
El concierto de CHRISTIAN McBRIDE BAND resultó ser intenso, no sólo musicalmente, ya que la organización se equivocó al presentarlo en un espacio tan pequeño, sino por el éxito de público. Ello hizo que se tuviese que escuchar desde la puerta de acceso a la sala, sin posibilidad de visión y agobiado por el exceso de público. Por lo que se refiere al plano estrictamente musical, Christian McBride ha configurado una banda de músicos de excepcional calidad, compensado a nivel interpretativo y del cual saca un gran partido. La música desplegada a lo largo del concierto resultó ser una mezcla de funk, soul y ciertas influencias rockeras, donde las intervenciones de David Gilmore resultaron ser largas y suculentas, así como las del pianista Geoff Keezer en el piano eléctrico, que confería un claro regusto a los años setenta. A todo ello, se sumó un Christian McBride brillante, tanto en el contrabajo acústico como en el eléctrico, aportando momentos de música muy rítmica y vibrante, como el homenaje que dedicó a Miles Davis a través del tema “Bitches Brew”. Un concierto excitante, a pesar de la incomodidad del local.
La presencia de KYLE EASTWOOD, hijo del afamado director de cine Clint Eastwood (por primera vez en el Festival de Jazz de Barcelona), se prometía muy interesante. Pero tras asistir se puede decir que el tiro salió por la culata.
Se esperaba con interés el debut en la capital catalana, que le sirvió para la presentación de su nuevo proyecto discográfico Now. Desde un buen inicio el concierto demostró el sendero por el que iba a desarrollarse, con temas originales de su último trabajo, una música mezcla de soul, ritmos facilones de radiofórmula y ciertos elementos musicales provenientes de los años setenta. Ante este panorama, Kyle Eastwood y su banda se limitaron a desarrollar unos temas insulsos, en los que Eastwood estuvo más ocupado por desarrollar los ritmos fáciles con el bajo eléctrico que con el contrabajo, mientras el resto de la banda se limitó a seguir los parámetros desarrollados por su líder, sin ningún otro cometido ni propósito.
El concierto duró escasamente una hora y se puede tildar de tedioso y muy aburrido, permitiendo concluir que la música propuesta por Kyle Eastwood es por ahora, un proyecto más propio de un nombre famoso que de un músico.
Texto: © 2006 Juan Carlos Abelenda
Fotografías:
© 2006 Carmen Llussà
