Comentario: Bill Bruford recaló de nuevo por tierras gallegas tras su visita a Pontevedra en 1998. Estrenaba por aquel entonces la primera versión acústica de sus Earthworks, después de haber dejado por el camino a dos grandes bazas de su anterior etapa: el teclista y trompetista Django Bates y el saxofonista Iain Ballamy, ambos figuras incipientes de la escena británica a principios de los 90 y actualmente con sólidas carreras en solitario.
A pesar de los cambios de formación, los años y las diferentes grabaciones, la música de Bruford continúa mereciendo un capítulo aparte dentro de la etiqueta de la fusión. El baterista organiza en torno a una poderosa idea o centro rítmico todo su repertorio, tanto el que conforman sus propias composiciones como el enriquecido por las aportaciones de los miembros de la banda. La complicidad −o la respuesta a una exigencia estética de éstos− es evidente a la hora de interpretar y componer, al formar una suerte de equipo destinado a celebrar el ritmo y todas sus posibilidades.
El estilo de Bruford con las baquetas podría irritar a los ortodoxos pero, sin lugar a dudas, es ante todo un estilo, y como tal merece atención y respeto. Su inquietud y pericia a la hora de jugar con el contratiempo amenizan el oído de los aficionados atentos y ofrecen soluciones diferentes para aquéllos que están ya cansados de los bateristas que basan sus recursos en el virtuosismo circense. Como complemento, el británico busca figuraciones rítmicas complejas que a veces resultan incómodas y hasta chocantes (un claro ejemplo es su interpretación de la balada “Song” de Simcock), valiéndose de influencias folclóricas y de su bagaje como pieza importante en la historia del rock progresivo.
El joven escocés Gwilym Simcock también puede presumir de una lectura propia. Su manera de interpretar y rearmonizar los temas de Earthworks propulsan la música de Bruford hacia nuevos terrenos. En cuanto al ritmo, su interpretación es sobresaliente aunque, por otro lado, se prodiga poco −quizá porque el repertorio así lo requiere− en las facetas más líricas. Su ataque, más duro y moderno que el de su antecesor, Steve Hamilton, resta parte de su amabilidad a la idiosincrasia Earthworks en formato acústico, pero le confiere múltiples atractivos y sugerencias, sobre todo en un plano armónico.
La mano de Garland se percibe de forma notable en el acento y los arreglos, en especial en los registrados en el álbum en directo Earthworks Underground Orchestra, y adaptados al cuarteto para el concierto. El cuerpo central de la velada discurrió, sin embargo, a través de la última entrega del grupo en cuarteto, Random Acts of Hapiness. Si no nos engañamos, presumiblemente será Simcock, última incorporación a la banda y estrella emergente, quien proponga la directriz que guiará el nuevo rumbo de Earthworks, que la próxima primavera publicará un nuevo trabajo.