Comentario: Concierto inusual para los que estamos acostumbrados al jazz, y es que las doce del mediodía no es precisamente una hora adecuada. No obstante, poder disfrutar de una actuación del pianista alemán se mostraba como una ocasión magnífica para ver en acción las posibilidades de un músico de probada solvencia y trayectoria.
Sorprendente fue la salida al escenario de Kühn, por su puntualidad, a las doce, ni un minuto más, ni uno menos. Camisa y pantalón negro, muy propios para la ocasión y el lugar, cuyo público parece más acostumbrado a los músicos clásicos que a los de jazz. Y es que Kühn es un músico camaleónico como pocos, que se pasea por los recónditos y sinuosos caminos del jazz, que van desde el jazz-rock progresivo, el bop o el free, y que incluso se atreve, como en esta ocasión, a piano solo.
El concierto se caracterizó por la solemnidad, aplomo y seriedad necesaria, con una música que música miraba más a Europa que a América, más a la clásica contemporánea que al jazz. Virtuosismo a dos manos sobre el Steinway & Sons, con composiciones propias y ajenas, que iban desde Bach a Ornette Coleman, que el propio Kühn explicó como una afinidad en cuanto a las fechas de nacimiento −los tres en el mes de marzo− y por abarcar uno la parte compositiva y el otro la improvisativa.
En cuanto a las composiciones propias, “Good Mood” y “White Widow” produjeron el primer golpe de entusiasmo, acompañado de vítores y aplausos que rompieron el silencio respetuoso y que provocaron alguna pregunta −¿pero quién es?− con cierto asombro sobre la identidad de pianista. Pero no es menos cierto que en algún caso aislado se produjo el abandono de la sala, por incomprensión de lo que allí se manifestaba.
En “Come as it goes”, pieza para saxo alto a capella, se vivió uno de los momentos mas originales, que sirvió para mostrar las habilidades de Kühn con dicho instrumento. Juego de acercamientos y alejamientos a las cuerdas del piano, que producían reverberaciones y ecos suaves, a la vez que profundos, como si un duendecillo habitara en su interior.
Con “Mar y Sol”, composición de mayor calado jazzístico, de ritmos y melodías que se rompían en manos de Kühn, se daba por finalizado el concierto a falta de un bis, tan merecido como aclamado.