Comentario: El Anouar Brahem Trio tuvo a su cargo la primera parte del espectáculo "Voces", presentado por la Casa Árabe en el venerable Teatro de la Zarzuela, precediendo a la actuación de la joven cantante palestina Amal Murkus.
Tras una introducción bilingüe a cargo de dos presentadoras, en la que se nos manifestó la intención de la Casa Árabe de tender puentes duraderos entre las distintas culturas mediterráneas, aparecieron en el escenario los integrantes del trío.
El sonido de etérea levedad del grupo, unido a la moderada amplificación que tuvo el concierto, motivó que quizá costara un tanto entrar en su peculiar universo sonoro. En todo caso, tras una preciosa introducción, relajada e hipnótica, a cargo de Brahem, con su voz musitando de manera casi inaudible las delicadas líneas que paralelamente dibujaba con el laúd, el trío interpretó "Blue Jewels" y la melodiosa "Astrakan Café" con corrección pero, tal vez, sin haber atrapado del todo la inspiración: había cierta rigidez en sus maneras y esa música tan viva pedía que entrasen en calor. Nuestra incondicional inmersión en su música fue simultánea a la llegada de esa inspiración, que Brahem saludó discreta pero visiblemente al poco de comenzar "The Mozdok's Train", tras un solo sencillo y delicioso del bendir y unas líneas cada vez más potentes del clarinete, que evocaban de un modo onírico el paso de un tren.
A partir de entonces las delicadas armonías árabes del grupo, insufladas de aires mediterráneos, nos empujaron suavemente pero con firmeza más allá del borde afilado del desierto, con el paso cadencioso, cansino, de alguna remota caravana. Estos músicos son artistas de la discreción, su música discurre sin sobresaltos, rastreando la emoción en aguas tan profundas que no producen oleaje en la superficie.
Así, si bien en principio el aficionado al jazz pudo echar en falta improvisaciones más elaboradas, los fraseos de Brahem encontraron la emoción girando en torno a ideas y melodías sencillas y hermosas, jugando continuamente con una resolución que el músico aplazaba una y otra vez, sosteniendo un suspense vibrante pero no enervante. Las percusiones de Hosni tampoco resultaron pirotécnicas en absoluto, sus dedos, más que golpear, parecían acariciar lo justo para que el sonido compusiera un variado tapiz nada opresivo, aunque también pudo lucirse puntualmente con algunas figuras rítmicas de mayor energía (como por ejemplo en "Bahia"). Por otra parte, el clarinetista turco manejó su instrumento con desenfadada destreza, deslizándose con sorprendente fluidez entre escalas graves y agudas (especialmente durante "The Mozdok's Train").
En ocasiones se entretuvieron en vivaces conversaciones a dos bandas, entre Brahem y Hosni en "Bahia" (composición registrada por el líder en Madar junto a Jan Garbarek y Shaukat Hussain), entre Erköse y Hosni en la tradicional "Lunga Chahnaz" (único tema del concierto no compuesto por el laudista) y entre Brahem y Erköse en "Khotan". No obstante, en general fue la belleza del sonido y la melodía lo que nos mantuvo absortos en la música.
Resulta difícil resaltar unos temas sobre otros, la labor de este trío se valora más por el efecto conjunto del concierto que por momentos concretos del mismo. Cabe señalar pese a ello el arranque y coda de "Conte De L'Incoroyable Amour" o el mencionado inicio en solo de "Blue Jewels" como instantes especialmente hermosos de la actuación de Anouar Brahem; las poderosas intervenciones de Erköse en "Khotan" y "Conte De L'Incoroyable Amour", que el músico parecía anunciar ya con su actitud corporal, y el solo del percusionista tunecino en "Lunga Chahnaz", que consiguió afirmar su destreza sin romper el delicado equilibrio sostenido durante toda la noche.
Un concierto elegante, hermoso, del que costó despertar.
© 2007 Ricardo Arribas y Sergio Zeni