Comentario: Afuera podía estar a punto de nevar, pero dentro tocaba Frank Lacy, un músico que en cuanto se pone en marcha comienza a despedir altas temperaturas.
El grupo más que como cuarteto funcionó como trío con solista. Entre las paredes calientes de la sala, Kucich, Chastang y Barroso se dedicaban a construir y mantener en óptimas condiciones una piscina de notas cristalinas, sobre las que una y otra vez se zambullía como un alegre lobo marino el talento de Lacy.
Si hay un modo pulcro, limpio, de soplar el trombón, el de Huston se encuentra más o menos en las antípodas de esa concepción musical. Lacy irradia fuerza y vitalidad, incluso necesita un buen espacio físico para menearse a placer en escena –fue asombroso ver cómo se movía en la tarima del Café Central sin rozar jamás con el trombón ni a los músicos, ni a los instrumentos, ni a los micrófonos ni al público–. Esa fuerza vital, unida a su imponente y carismática presencia, describen perfectamente su sonido: para Lacy la música es esencialmente una vivencia gozosa.
El concierto arrancó muy hard bop, con el líder –músico expansivo donde los haya–, empuñando la trompeta de bolsillo. Por su parte, el trío secundó perfectamente a un músico más volcado en establecer un diálogo con el público que con sus compañeros de escenario; tanto más meritorio resultó, por tanto, el empeño que puso Germán Kucich –como lo haría durante toda la noche– en mezclarse con el fraseo del multinstrumentista. Un comienzo ardoroso que vino bien para calentar motores y que sirvió para constatar el talento con el que Lacy sostiene su segundo instrumento.
Pisaron un tanto el freno a continuación para interpretar una composición de Charles Mingus, “Orange Was The Colour Of Her Dress, Then Silk Blue”, difícil tema para una agrupación circunstancial, que acabó teniendo una lectura algo desvaída, aunque tanto Lacy –esta vez con el trombón–, como Kucich se crecieron en sus respectivos solos. Volvió el grupo a continuación a los calores del comienzo con otro tema energético, que sirvió a Lacy para demostrar sus cualidades como cantante. Y es que jugando con la trompeta de bolsillo o con el trombón, con su voz o con el fiscorno, su estilo es perfectamente idéntico, y evidencia que esa música contagiosa que nos llega desparramada a borbotones, proviene directamente de lo más hondo de su ser. En este tema llevó sus posibilidades vocales al límite, con una notable intervención en scat, en la que aparecieron incluso citas a “My favourite things”.
Cerró el primer set con una pieza muy cadenciosa, reposada pero intensa, donde el trombonista construyó algunas de las más hermosas frases de la noche, cortas pero muy bien construidas, musicales y emotivas, y dejó sobrado espacio para que el sonido grumoso del trombón nos impactara de lleno.
Volvieron el tejano y los suyos a la carga con otro tema espirituoso y lleno de swing, no querían que el calor generado en la primera parte se perdiera. Siguió una composición de Chastang, “Four Generations”, en la que el contrabajista madrileño se lució con una hermosa introducción en solo. Lacy intervino esta vez con el fiscorno, pero especial mención mereció la labor de Kucich, tanto en su trabajo de acompañamiento como en una improvisación de gran lirismo.
Nos sorprendieron a continuación con su versión de “Duke Ellington’s Sound Of Love”, otro tema perteneciente a Changes de Mingus, que Lacy interpretó exprimiendo su fiscorno y cantando con naturalidad y emoción, muy bien apoyado por el brumoso teclado de Germán Kucich. Terminó esta segunda parte de manera similar a la primera, con otro tema cadencioso y sencillo en el que el trombonista dio rienda suelta a su capacidad para crear líneas simples llenas de musicalidad. Su estilo resultó una vez más juguetón y emotivo, capaz de aprovechar hasta las notas que se empeñaban en no salir del trombón y especialmente éstas, cabría decir.
En el bis nos regalaron un gozoso hard bop con acento funky que el líder aprovechó para darse un paseo, trombón en ristre, por entre las mesas del local, un deleite para todos que subrayó aún más ese sonido terrenal, tan pegado a las calles que vieron nacer el jazz, que respira Frank Lacy.
En cuanto a los otros miembros del cuarteto, Juanma Barroso se mostró como un batería de buen ritmo, alegre, potente, más atento a sostener con entusiasmo el ritmo que a jugar con él; Miguel Ángel Chastang tocó con pulso, se le notó una afinidad con el pianista que en determinados momentos brilló especialmente; y Germán Kucich actuó como un músico sorprendente, original, que introdujo elementos muy variados en sus intervenciones pero siempre con sentido, construyendo sus improvisaciones en todo momento desde su misma base y para llegar muy lejos con ellas.
Un concierto que consiguió llenar el Café Central en una noche desapacible. Normal. Afuera podía estar a punto de nevar, pero dentro tocaba Frank Lacy.
© 2007 Texto: Ricardo Arribas y Sergio Zeni - Fotos: Pablo Neustadt