Comentario: Dos músicos, dos improvisadores que se entienden de maravilla, haciendo de su música un ejercicio de energía y madurez que alcanzan cuotas de arte mayor. Su música se escribe en el aire, se fragua en el subconsciente y se expande por el espacio. Su conjunción les lleva a experimentar la libertad, desarrollando temas cortos pero intensos, llenos de pasión y fuerza.
Caracterizan su música por la energía, la velocidad y la contundencia, y hacen gala de influencias que van desde Cecil Taylor hasta McCoy Tyner, sobre todo en ciertos pasajes que recordaron al cuarteto de John Coltrane.
Irene Schweizer es una pianista que posee un fraseo vigoroso, no carente de swing. Su toque sincopado y obsesivo, y sus dedos rápidos, parecen hacer saltar las teclas de su piano Kawai. Pierre Favre no se queda atrás y hace lo propio con los platos, llegando ambos a hacer añicos los instrumentos y cortando el aire con un desgarro profundo y limpio.
En definitiva, lección magistral de dos músicos maduros, pero “muy jóvenes”, a los que se les quedó corto el tiempo asignado por la organización –que apenas llegó a 30 minutos–, lo que provocó primero el asombro del público y posteriormente un par de obligadísimos y muy aplaudidos bises, en reconocimiento a una corta, pero inolvidable actuación.