Comentario: Brad Shepik (versión fonética de un siempre ortográficamente arriesgado Schoeppach) ocupó una de las dos primeras plazas de guitarras pareadas de la Electric Be Bop Band de Paul Motian, así como el muy exigente puesto de instrumento armónico, necesitado de una gran variedad y profundidad, del Tiny Bell Trio de Dave Douglas, y siempre ha estado asociado a proyectos de sus compañeros en Pachora, Jim Black y Chis Speed. Como se ve, hay una tendencia a lo cerebral y a la invención orientalizante en todo ello. Sin embargo, en sus dos últimos álbumes como líder no son los aspectos más prominentes.
Drip (Knitting Factory) era un
tour de force de toque y escritura inteligente, y del
sprit de corps de un grupo bien encajado. A ese sobresaliente álbum le sigue éste en 2007,
Places You Go (Songlines) en el que el contrabajo de su anterior trío es sustituido por el órgano de Gary Versace. El repertorio de este nuevo trabajo constituyó el grueso de su actuación en el ciclo "Rising Stars" en la Sala Chicarreros de la Obra Social de la Caja San Fernando.
Como el CD, ésta se abrió con los sones casi del Oeste de "Témoin", uno de esos temas tensos que acuña Shepik, que lo mismo parecía recoger algún blues de Wes Montgomery que un inubicable eco semicaribeño. Pero el fuerte del guitarrista es el trazado sin fin de rápidas líneas nota-a-nota con un soberbio movimiento de púa, estupendo, tras la exuberancia del tema anterior, en un absorbente casi canon de "Air". Uno de los mejores movimientos de Shepik ha sido incluir en su repertorio baladas cercanas a la temática del Americana de Bill Frisell, personalizadas, desde luego, porque hay notables diferencias en la concepción guitarrística de ambos. "Return" y "Five and Dime" fueron los dos cortes en esta dirección, y en ambos dio Shepik buena cuenta de la belleza de tono de su Gretsch. En otras direcciones corrían la cerebral "Crossings", el reggae “Sunrise”, y el extraordinario tema con que abría su álbum Drip, “P.M.”. La suavidad de sus matices obtenidos con contados efectos, la elegancia del torneado en sus frases y la escritura de piezas que, originales, no suenan ingeniosas, convierten a Shepik en un guitarrista que centra el interés, sólo superado por el sprit de corps, como dijimos, de su banda.
Cualquier grupo que incluya a Tom Rainey ya es digno de escucharse. Su parada el pasado año en este mismo ciclo con el quinteto de Tim Berne fue sencillamente asombrosa. Rainey es de esos baterías que parece plantear sus intervenciones como un insistente e insidioso diálogo con el beat desde las más distintas ópticas. Levemente adelantado sobre el beat, parece ir espoleando todo el proceso si bien ese pequeño adelanto le permite introducir continuos acentos y figuras nuevas con una originalísima distribución en los distintos elementos de su instrumento. Desde su caja atronadora y platos de pequeño tamaño, Rainey crea un imparable flujo percusivo en continua transformación, cegador en la mayoría de los temas, aunque la quietud de los temas de Americana no son claramente los más aptos para su estilo. Versace fue una incógnita en parte del concierto: los pedales de su B3 no eran audibles. Una vez reparado el sonido, se mostró como un organista muy atento al color del grupo, sin nada de los clichés del formato (blues sobrecargados, inundante sonido grueso...), si bien más valioso como acompañante que como solista. Que el engranaje del trío es precioso para su concepción de la música lo demuestra que haya piezas, como "Crossings", totalmente basadas en la interacción de sus miembros en direcciones distintas. Shepik, Versace y Rainey ofrecieron un concierto lleno de satisfacciones, estupendamente trabado... Bueno, Rainey ofreció algo más: la perplejidad de hallarnos ante uno de los baterías más interactivos e inventivos de la escena.
© 2007 Ángel Gómez Aparicio