Comentario: Hay músicos
que tienen un
don o facultad para hacer sencillo lo
complicado y este es el caso de Joachim Kühn, que desarrolló
el concierto por caminos sinuosos y complejos, dando, no obstante,
sensación de sencillez.
El trío de Joachim Kühn siente, piensa e interpreta
como europeo y muestra una precisión matemática
que se frena o acelera según el momento; se apoya en
una gran técnica, tanto individual como colectiva, que
lleva a sus integrantes a obtener un sonido fluido, cohesionado
y contundente, lo que vuelve fáciles y naturales los
numerosos cambios de ritmo.
Son tres músicos que tocan al unísono, tres
focos de sonido que conforman un todo, lo que les obliga a
escucharse entre sí y, a su vez, lleva al público
a mostrar una atención máxima, exigiendo un
esfuerzo de entendimiento y pasiva participación ante
lo que se les ofrece.
Tres músicos uniformados de tonos gris a los que supo
entender perfectamente el encargado de la luminotecnia, enfocando
a cado uno o a todos con gran acierto.
Joachim Kühn tiene la costumbre de incluir en sus actuaciones
un tema interpretado a saxo alto, para dar descanso al piano
y ofrecer mayor variedad y colorido a sus actuaciones. Empezó
a capella con un sonido discursivo, seco y a veces
sucio, para luego dar entrada al resto del trío que
mostró toda una gama de improvisaciones que terminaron
por acallar el saxo para entablar una animada conversación
entre el contrabajo de Jean-Paul Céléa y Wolfgang
Reisinger y su colorista batería, que incluía
todo tipo de baquetas, blandas o duras, y escobillas.
Y aunque la improvisación es un elemento importante
en los conciertos de Joachim Kühn, no es menos cierto
que todo parece estar calculado hasta el más mínimo
detalle.
Así en temas como “Salinas” -dedicado
a una playa de Ibiza, donde reside actualmente- se muestra
como un pianista clásico, no sólo por la interpretación
apasionada y generosa, sino por la imagen de un músico
que se encara con el teclado hasta el punto de acercar su
abundante pelo cano sobre el mismo, dando la impresión
de estar poseído por algún espíritu ancestral.
El concierto finalizó con la misma seriedad con la
que comenzó: Joachim Kühn, Jean-Paul Céléa
y Wolfgang Reisinger abrazándose y saludando al agradecido
público que les despidió con afecto y respeto.