El primer concierto corrió a cargo del trío
liderado por el contrabajista argentino Horacio Fumero, acompañado
al piano por Albert Bover y a la batería por el badalonés
David Xirgu. En este año en que se cumple una década
desde la muerte de Tete Montoliú (el 24 de agosto,
concretamente), nadie mejor que Fumero para rendir tributo
al maestro. A diferencia de algunos de los muchos conciertos
homenaje que se están llevando a cabo en 2007, en los
que los músicos implicados apenas tuvieron contacto
con Tete y mucho menos conocen su música con profundidad,
Horacio Fumero fue parte de su trío estable durante
más de quince años, desde que Tete lo seleccionase
como joven promesa de la escena barcelonesa en los primeros
años ochenta.
El repertorio –y, por ende, el homenaje– consistió
básicamente en una selección de temas compuestos
por Tete (el concierto comenzó con el vibrante "Don't
Smoke Anymore, Please") o interpretados habitualmente
por el pianista catalán, con especial mención
para el repertorio monkiano ("In Walked Bud"
y un medley de "'Round Midnight" y "Blues Five
Spot" como único bis del concierto), pero también
hubo tiempo para interpretar una composición de Bover,
"Old Bottle, New Wine", y una de Fumero, "Carancho"
(el carancho es un ave rapaz originaria de América
del Sur).
Pese a que ha editado muy pocos discos a su nombre, Horacio
Fumero se reivindicó como un líder sólido.
Desde su posición central en el escenario, dirigió
continuamente el grupo con miradas a uno y otro lado para
indicar el momento en el que tenía que entrar cada
músico y dominó con contundencia el sonido del
grupo con el poderoso timbre de su contrabajo, pleno de swing.
Se prodigó como solista e incluso tomó el arco
en un par de temas, con algunos problemas de afinación.
El grupo se mostró bastante conjuntado, con un Albert
Bover que recuerda en ciertos momentos a McCoy Tyner por su
sonido y fraseo, explayándose con un extenso y brillante
solo en "Nardis" y que incluso supo salir de forma
airosa cuando, al errar una nota en la segunda exposición
del tema de "'Round Midnight", integró esta
nota en una variación improvisada ad hoc sobre
dicha melodía. David Xirgu aportó frescura al
trío, dando el soporte rítmico necesario tanto
en los tiempos lentos como en los pasajes más acelerados.
El momento álgido de la noche llegó a la mitad
del concierto, con la yuxtaposición y contraste entre
dos composiciones de Tete Montoliú. Tras interpretar
"Aquarela", con su brillante línea melódica
al más puro estilo bebop, a un tempo infernal,
el trío dejó paso a un solo de Horacio Fumero,
que desarrolló su propia versión de "Jo
Vull Que M'Acariciis", intimista e introspectiva.
La anécdota del concierto surgió cuando dos
ruidosos aviones Harrier surcaron el cielo en dirección
a la cercana base americana de Rota, lo que aprovecharon los
tres músicos para improvisar un pasaje auténticamente
"libre" acompañando y dando soporte armónico
(Fumero volvió a empuñar el arco y Bover disparó
acordes por todo el teclado) y rítmico al sonido de
los aviones.
Ciertamente, el esperado concierto del World Saxophone Quartet
no tuvo un inicio muy prometedor. Los músicos subieron
al escenario una hora tarde y comenzaron a tocar sin ofrecer
ninguna disculpa (un simple "
We are the World Saxophone
Quartet" como presentación). En los primeros
temas padecieron ciertos problemas de sonido, especialmente
con el bajo eléctrico y la batería y, como remate
final, llegó a caerse al suelo uno de los platos del
batería Calvin Weston, que no estaba bien sujeto.
En cuanto al aspecto puramente musical del concierto, se
puede afirmar que en los dos proyectos que en la actualidad
desarrolla en sus conciertos el WSQ (Political Blues,
crítica socio-política a la actualidad de EE.
UU., y Experience, dedicado a la música de
Jimi Hendrix), queda poco de aquellas elegantes armonizaciones
y sofisticados arreglos que incluían en sus primeros
discos. El WSQ es ahora mismo un grupo de fuerte pegada, con
una potente base rítmica enraizada tanto en el funk
como en el rock, en el que el volumen –por momentos
ciertamente insoportable para los que nos encontrábamos
en las primeras filas– es un factor fundamental. Un
grupo en el que contrastan el irascible y poderoso –aunque
algo tosco– batería Calvin Weston, que se pasó
la mayor parte del concierto peleándose (literalmente)
con su batería o increpando tanto al técnico
de sonido como al personal que había montado su kit,
con el ágil y vibrante bajista eléctrico Jamaaladeen
Tacuma, que aporta sus líneas funk a la sección
rítmica.
De los tres miembros originales del World Saxophone Quartet,
fue David Murray el que ejerció de maestro de ceremonias
y showman del grupo, alternando el saxo tenor con
algunas breves intervenciones al clarinete bajo –con
el que se mostró más inspirado–, además
de poner voz a un par de temas, entre ellos el "Mannish
Boy" de Muddy Waters. Sus solos, plenos de espectacularidad,
fueron muy aplaudidos por el público y, sin embargo,
dejaron entrever sus carencias como improvisador. Su fraseo,
poco fluido y sin capacidad para hilvanar ideas que se plasmen
en lineas melódicas largas y coherentes, recurrió
con insistencia a la repetición vertiginosa y continuada
de ciclos de cuatro o cinco notas y a la obtención
de sonidos estridentes mediante la rápida alternancia
entre los registros más altos y más bajos del
saxo tenor.
Por su parte, Hamiet Bluiett se mostró ausente y algo
despistado durante la mayor parte del concierto, pendiente
en todo momento de colocar de forma adecuada sus partituras
en el atril (de hecho, entró tarde un par de veces
cuando le tocaba el turno). Sus solos fueron breves y discretos,
explorando fundamentalmente el registro alto del saxo barítono.
El último de ellos tuvo como clímax una nota
sostenida durante dos minutos utilizando la técnica
de la respiración circular, detalle para la galería
que encantó al público, pero que ya utilizaba
Harry Carney en la orquesta de Duke Ellington a finales de
los años 50.
El saxo alto de Oliver Lake fue, sin duda, lo mejor de la
noche. Sus brillantes solos, impregnados de un fraseo bop
pasado por el tamiz del free jazz, no tuvieron que
recurrir a ningún tipo de efecto para mostrar su capacidad
improvisatoria. El cuarto saxofonista, Tony Kofi, último
en la lista de sustitutos del desaparecido Julius Hemphill,
se mantuvo en un discreto segundo plano, mientras que el guitarrista
senegalés Hervé Samb mostró su depurada
técnica en un extenso solo en el tema "Little
Wing" de Jimi Hendrix.
En resumen, un concierto escaso en sutilezas y matices, pero
pleno de potencia rítmica y volumen, aunque no se puede
negar que, pese al errático inicio, a lo largo del
concierto el grupo se ganó al público gaditano,
que terminó en pie gritando "¡Artistas!"
mientras comentaba cómo David Murray es capaz de sacar
extraños registros a su saxo o el virtuosismo del guitarrista
Hervé Samb.
El último de los tres conciertos nos trajo a Kurt
Elling acompañado por una sección rítmica
compuesta por el pianista y arreglista Lawrence Hobgood, que
lleva al lado de Elling muchísimos años, el
contrabajista Rob Amster y el batería Willie Jones
III.
La primera impresión que uno tiene cuando ve aparecer
a Elling sobre el escenario es la de hallarse frente a un
crooner. Sus ojos, su porte y elegancia en el vestir,
su forma de moverse por el escenario, de sostener el micrófono
y de dirigirse al público mientras lanza una mirada
encantadora, todo indica que se trata de un tunante capaz
de enamorar a la despampanante rubia de la película
mientras le susurra al oído baladas de Cole Porter.
Pero cuando han transcurrido diez minutos, la realidad se
impone. Kurt Elling es un vocalista dotado de una técnica
excelente, con un prodigioso dominio de sus cuerdas vocales
(capaces de emitir una nota y sostenerla limpia, sin vibrato,
con pasmosa facilidad). Y es también un artista polivalente,
con un recorrido estilístico amplio que de manera consciente
luce en cada concierto y en cada disco.
En la radiante noche gaditana, Elling abordó con igual
facilidad temas de Antonio Carlos Jobim ("If You Never
Come Back To Me" y la intimista "Luiza"), del
cancionero americano ("In The Wee Small Hours" fue
uno de los momentos más emotivos del concierto y en
"Change Partners", de Irving Berlin, desplegó
toda su artillería, con múltiples variaciones
sobre la melodía, cambios de tiempo e inflexiones vocales
al rematar las frases con reminiscencias del soul
de Stevie Wonder) y composiciones propias. Empleó el
scat con brillantez y moderación (y esto último
también es de agradecer, puesto que se trata de un
recurso del que se suele abusar y que ha sido banalizado en
exceso) en un par de intensos solos improvisados. Pero lo
más destacado de la noche llegó cuando Elling
atacó el difícil arte del vocalese que
popularizaran cantantes como Jon Hendricks o King Pleasure,
consistente en poner letra y articular con la voz un solo
improvisado previamente por un instrumentista. Dos solos,
uno de Dave Brubeck y otro de Dexter Gordon en "Body
And Soul", fueron acometidos con soltura. El fraseo propio
del saxofón, con intervalos y acentos rítmicos
ciertamente extraños a la voz humana, no fue obstáculo
para que Elling insertara sus ingeniosas letras (no hay que
olvidar que Elling es también escritor, poeta y filósofo),
salpicadas de comentarios de complicidad con el público.
Fue un broche perfecto para un concierto memorable y para
un festival que, dentro de su modestia, se consolida como
una de las propuestas más interesantes y coherentes
del verano jazzístico español.
© 2007, Agustín Pérez
Gasco