Comentario: La pianista
y cantante Eliane Elias es de esas artistas internacionales
que no tiene término medio: puede gustar a los aficionados
a los ritmos brasileños, pero, al mismo tiempo, dependiendo
de la noche, puede dejar indiferentes a los amantes del jazz,
como sucedió en la agradable noche del Jardín
Botánico de la Complutense. Menos mal que ahí
estaba al quite ese gran contrabajista que es Marc Johnson,
para reconducir los caminos a veces un tanto impetuosos por
los que se empeñó en introducirse la pianista
de Sao Paulo, que, a tenor de lo ofrecido, no se decanta últimamente
por los senderos del jazz.
La mayoría de los temas del concierto pertenecían
a su nuevo trabajo Around The City, entre los que
fue introduciendo algunos clásicos de la bossa
nova para agradar al personal.
Y es que a estar alturas de su carrera, Eliane Elias parece
haber entrado en un amplio terreno en el que parece no tener
ya nada que demostrar. Sus conciertos suelen ser calcados
unos de otros, donde el guión se sigue de una manera
poco dada a otra cosa que no sea lo ya visto. No hay, por
tanto, nada que dé lugar a la sorpresa.
Todos los temas de su nuevo disco, "Around the City",
"Tropicalia", Secrets" y "Chicle con banana"
parecían sacados del mismo patrón. Hubo que
esperar al tercero, una versión del "Oye como
va" de Tito Puente, para poder escuchar un primer solo
de guitarra y al cuarto, "Chega de Saudade", de
Antonio Carlos Jobim, para poder apreciar el buen hacer de
Marc Johnson, perfecto toda la noche, llenando con su pequeño
contrabajo los espacios en que el piano y la batería
callaban. Las intervenciones de Johnson sabían a gloria
entre tanto desparrame exuberante de la Elias, que se pasó
la noche entre ritmos tropicales y batucadas que hicieron
las delicias del respetable.
Lo mejor del concierto vendría en el tema "Desafinado",
otra vez Jobim, en el que sí se pudieron vislumbrar
algunos momentos brillantes entre lo que hasta entonces apenas
parecía bisutería con baño de oro. De
nuevo un gran solo de Marc Johnson en el que echó mano
del arco para poner un elemento de sensatez a tanta obviedad.
Entre sus dedos el contrabajo emite un sonido claro, melancólico
y evocador como pocos. Como evocadora fue esa concesión
a la galería llamada "Chica de Ipanema" en
la que solo faltó que el público la acompañara
cantando. Lo dicho, un concierto para agradar a los amantes
de la música brasileña, que somos muchos, pero
donde la componente de improvisación brilló
por su ausencia.