Comentario: Steps Ahead llegaba a Almuñécar de la mano de su único superviviente fundacional, Mike Mainieri, con la pretensión de celebrar un 30 aniversario que necesita unos años más para serlo (recordemos que la formación nació a finales de los setenta y principios de los ochenta, en un local neoyorkino que tenían los hermanos Brecker). Así pues, lo único que nos quedaba por ver era el concierto en sí mismo, que por lógicamente iba a ser sobre todo un repaso de los grandes éxitos del grupo en los años ochenta. Esto era estupendo para una buena parte de los aficionados presentes; los revivals de grandes éxitos comerciales (aunque estemos hablando de una música minoritaria, como se supone que debe ser el jazz) son disfrute asegurado para la amplia mayoría del respetable. Para otros, sin embargo, resultó ser una desorbitada muestra de artificio musical con ramalazos, de vez en cuando, de calidad solista.
Lógicamente, la estrella principal, aparte del propio Mainieri, era el saxofonista Bill Evans, que a fuerza de sacar el máximo partido posible al hecho de haber participado activamente en los (con mucha diferencia) peores discos de Miles Davis, ha logrado mantener un status de superestrella, y no escatimó en recordar a la audiencia que tanto él como Mainieri eran colegas de Mark Knofler o de Mick Jagger. En términos estrictamente musicales, Evans estuvo en su línea, fabricando solos previsibles que derivaban ora en desarrollos melódicos trillados hasta la saciedad, ora en melodías que ni por forma, ni por concepto, ni por nada de nada, podrían haber sido sopladas de manera más cursi.
Mainieri estuvo correcto, con esa corrección que sólo los vibrafonistas tienen, aunque obviamente coartado por el tamiz que supone tocar la misma música que nació (y tal vez murió) hace veinte años. El guitarrista Bryan Baker no estuvo demasiado acertado en sus intervenciones, ya que constantemente incluía un factor de ruido en el conjunto, que resultaba un tanto tosco dentro de las melodías inmaculadas de los Steps. Por otra parte, el bajista camerunés Itienne Mbappe se constituyó como la verdadera explosión musical de la noche, aquel a quien más aplausos le fueron otorgados por el respetable cuando llegaron las presentaciones, un portento de técnica que estuvo durante todo el concierto absolutamente sincronizado con la batería de un correcto Steve Smith.
Las canciones estuvieron entre lo espectacular y lo chabacano, entre los solos artificiosos y la música para teleseries norteamericanas, música que no deja de ser un revival de unos viejos dinosaurios del jazz-rock que, bien por fines puramente comerciales, bien por necesidad de recordar los viejos tiempos, dividió opiniones en el Festival de Jazz en la Costa de Almuñécar.
