Comentario: Desde luego
nadie le puede negar a Wynton Marsalis su gran capacidad para
dar a conocer por todos los rincones del mundo las esencias
y la tradición de una música que, no lo olvidemos,
nació en Estados Unidos. A tenor de la respuesta del
público, Marsalis está cosechando, desde hace
años, éxito tras éxito allá donde
se presenta. El entusiasmo con que es reconocida y celebrada
la Lincoln Center Jazz Orchestra no tiene parangón actualmente
y no fue menos lo que sucedió en el concierto ofrecido
en el Palau de Congresos de Peñíscola. Desde el
principio hasta el final, la máquina de
swing
presentó un espectáculo perfectamente engrasado,
rebosando virtuosismo y precisión a raudales en cada
uno de sus componentes. La LCJO da la sensación de ser
más que una big band: parece una congregación
de hermanos unidos por un sentimiento común, compartiendo
su fe en la espiritualidad del jazz. Cada uno de sus miembros
cumple su función a la perfección, sintiéndose
parte de un objetivo común, de amor a una causa, cuyo
resultado dejó un sabor muy dulce en el abarrotado auditorio
de la localidad castellonense. Qué menos se puede esperar
de la denominada mejor orquesta de sus características
en el mundo. Si a ello le unimos un repertorio de
standards
conocido por el público, unos arreglos extraordinarios
y una ejecución a cargo de unos músicos de primer
orden, el resultado fue sobresaliente.
El concierto se compuso de dos partes, la primera colmada de
clásicos y la segunda de composiciones de Marsalis. Una
de las características de esta gran banda es que apenas
se aprecia la dirección del jefe, todos tienen tan aprendida
la lección que Wynton Marsalis se convierte en uno más.
En ocasiones interpreta algún solo, pero, en general,
se integra con el resto de la orquesta, pasando desapercibido,
ya que todos los solistas tienen ocasión de brillar a
gran altura. Uno de los músicos más destacados
de la noche fue Joe Temperley, saxo barítono, que tuvo
la oportunidad de lucirse en varios momentos. El primer gran
clásico del concierto, "Take The A Train",
fue acometido con mucha fuerza, con un gran primer solo de Sean
Jones, uno de los lugartenientes de Marsalis. Le siguió
una nueva versión del "On The Sunny Side Of The
Street", con un brillante comienzo a cargo de la sección
rítmica, en la que destacó el contrabajista Carlos
Henríquez, muy preciso y oportuno toda la noche. Con
"April In Paris", la
big band nos trasladó
hasta los años 40, con una nueva demostración
del trompetista Sean Jones, que no tiene nada que envidiar a
su jefe. La máquina se encendía por momentos y
de nuevo se puso en marcha con "Jump, Jump, Jump"
y un solo de Victor Goines, para quitarse el sombrero, al que
le siguió otro de Wynton, de reverencia.
Entre tanto derroche de alegría, llegó el momento
más brillante del concierto, sin duda una auténtica
joya: la versión del "Alabama" de Coltrane.
Interpretado por el más veterano de la banda, el barítono
Joe Temperley, la pieza puso los pelos de punta, por el dramatismo
y la tensión que se sentía al escuchar esta pieza.
Para finalizar la primera parte, un tema de Horace Silver, lleno
de ritmos latinos, con la voz cantante de Ted Nash, en la flautín
y un solo de primera de Carlos Henriquez.
Tras quince minutos de descanso volvió la magia al escenario
para interpretar esta vez composiciones de Wynton Marsalis,
que dio inicio al primer tema con un solo, acompañado
por el contrabajo y la batería. Enseguida, la fiesta
del
swing volvió a aparecer para mayor lucimiento
del saxofonista Sherman Irby. Como todo gran compositor tiene
su guiño a la música española, Marsalis
no fue menos y se marcó unas "Bulerías",
con una base de piano y contrabajo guiando el ritmo principal,
un solo de trompeta y acompañamiento de palmas de la
orquesta. A destacar la intervención del saxofonista
Ted Nash, que mostró así la gran clase que atesora
este músico de Los Ángeles. La parte final del
concierto fue un evocador homenaje al ferrocarril, con el tema
"Big Train", donde se lucieron el trombonista Chris
Crenshaw y el pianista Dan Nimmer. La banda interpretó
al completo y a medio tempo, con la trompeta de Sean Jones en
primer plano. El efecto imitó fielmente a un gran tren
en marcha, con la orquesta superponiendo ritmos que, al final,
dieron como resultado un cuadro expresionista muy aplaudido
por el público y que sirvió como colofón
a una brillante noche de la LCJO, y un éxito más
del Festival de Jazz de Peñíscola.