Comentario:
En una disciplina como el jazz, donde las formaciones se suelen presentar bajo el nombre de uno o dos músicos estableciendo con claridad la separación entre líderes y acompañantes, resulta curioso encontrar bandas con denominación genérica. Tal es el caso de este cuarteto Fractal, en cuyo nombre colectivo radica la justicia de no destacar a ninguno de los cuatro músicos por encima de sus compañeros. Y es que el concepto cooperativo de esta banda salta a la vista en cuanto abordan unos pocos compases. Todos tienen la misma relevancia, y sus discursos se entrecruzan constantemente. Además se apoyan en composiciones originales cuya moderna carcasa esconde un sentido respeto por las corrientes centrales del jazz.
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Su repertorio abarca todo tipo de tempos, con armonías que evocan antiguos standards, afilados devaneos hard-bop, jazz modal y hasta cierto aire rockero. Esa variedad en su propuesta, el buen hacer individual y colectivo y la naturalidad con que abordan su trabajo en directo les permite conectar rápida y sinceramente con el público, como se pudo observar en esta cita nocturna en Bogui Jazz. Fractal permitió al oyente enfocar la escucha de forma caleidoscópica. Uno cerraba los ojos y se centraba en el conjunto, en el solista o en cualquier otro músico. Siempre encontraba motivos de disfrute. El batería Diego Gutiérrez combinaba el swing tradicional con recursos más modernos. Siempre alerta a las evoluciones de sus compañeros, y formando una pequeña sociedad con el contrabajista Gerardo Ramos, a ratos se limitaba a los elementos habituales en una batería de jazz, si bien se apoyaba en una segunda caja, en enseres percusivos sobre sus tambores e incluso en unas espátulas con las que percutir sus parches. Ramos, de sonido claro y redondo, funcionaba a la perfección en cualquier tipo de entorno rítmico, ya en walking bass o sobre patrones escritos. Muy melódico en sus solos, su composición "Algerienne" fue de lo mejorcito de la noche. Si bien la interacción ocurría en todas las direcciones, otra pequeña sociedad fue la formada por guitarrista y saxofonista. Héctor García Roel tiene la extraña capacidad de no abusar de su interminable lista de recursos. Si bien su discurso suena contemporáneo por momentos, y en ocasiones sus pedales de efectos le permiten jugar con el ruido, su labor guitarrística descubre una enorme deuda con el jazz tradicional, patente en sus continuas citas de standards y frases de be-bop. Suyos fueron algunos de los temas más arriesgados en concepto, cercanos al drum'n'bass o a la pura exploración de sonidos. Por su parte, Javier Bruna demostró una facilidad insultante al saxo tenor. Buen timbre, capacidad lírica para las partes escritas y un enorme sentido melódico en sus improvisaciones. Al igual que el resto de sus compañeros, Bruna no basaba su actuación en su capacidad técnica, sino en su aporte al conjunto. El sonido profundo del tenor contrastaba con la flauta travesera, que utilizó en varios números. Autor de gran parte del repertorio de la banda, "The Machine", "Metropol" y el divertido "Hipopótamo Swing" descubrieron sus buenas maneras como compositor.
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Un grupo para no perder de vista, esperemos que plasmen su música en CD en breve. De momento se han hecho acreedores a la titularidad de la jam session de los martes en el Bogui. Habrá que verlo.