Comentario: En el ecuador de una de las programaciones más desinhibidas que recuerden los festivales de jazz madrileños, Peter Brötzmann trajo al presente ciclo del San Juan Evangelista su Full Blast Trio, uno de sus proyectos más recientes y aguerridos.
Tras el celebrado arranque del festival número 26 de “el Johnny”, nada menos que con Anthony Braxton en la jornada inaugural y David Murray seis días más tarde, la temperatura se había entibiado con el Banana Quintet de Carla Bley y decreció más aún con el decepcionante y desnortado Ripple Effect de Jack DeJohnette. La visita del impetuoso Brötzmann prometía un regreso a las emociones fuertes, algo que el trío cumpliría en buena medida.
El arranque de los tres músicos se produjo al unísono y fue arrollador. Sin anestesia. Con el recio soplador free haciendo bramar su tarogato mientras la base rítmica presentaba sus señas de identidad, un nítido perfil hardcore que, con el correr de los minutos, se mostraría tan potente como escaso de ideas.
Con cada tema, el líder pasaba de un instrumento a otro. Del tarogato al saxo tenor, del tenor al clarinete, y de éste al saxo alto… Sin embargo, estas variaciones y sus demoledoras dotes de improvisador, no conseguían evitar cierta sensación de monotonía.
Mientras algunos, escasos, espectadores abandonaban sus asientos y los incondicionales de “Brötz” jaleaban unas improvisaciones atronadoras (mención aparte para el brutal sonido que brotó del tenor), el esquema del trío enseñaba sus limitaciones. La titánica labor del veterano alemán se desarrollaba sobre un desbocado tren sonoro sostenido, con músculo rockero a cargo del griego Marino Pliakas (bajista y guitarrista de Steamboat Switzerland) y el suizo Michael Wertmüller (baterista en Alboth!, Steamboat Switzerland y otros proyectos de Brötzmann), dos músicos que pese a su gran entrega, en ningún momento se mostraron capaces de interactuar con altura con el multiinstrumentista, limitándose a proporcionarle una base dura e infatigable de energía pero sin destellos de creatividad.
Así y todo, el discurso abrasivo de este descendiente de Ayler y del Coltrane más radical (referencias a las que el músico suma en sus declaraciones nombres como Coleman Hawkins, Don Byas, Lester Young, Sonny Rollins, Jimmy Giuffre u Ornette Coleman) logró encandilar a gran parte de la platea.
El frenesí rabioso de la apisonadora sónica sólo disminuyó al final del bis, cuando el vigoroso sexagenario levantó el pie del acelerador para esbozar unas breves líneas melódicas a modo de despedida. Tras su portentosa exhibición de estilo, “Brötz” se marchó arropado por el fervor de sus seguidores. Fue uno de esos conciertos que, más allá de lo que podamos criticar, permanecerán con nitidez en nuestra memoria. Personalidades como la de Brötzmann no abundan en nuestros escenarios.