Comentario: Hay que comenzar esta reseña señalando la buena noticia que supone en cualquier lugar la apertura de un nuevo espacio en el que tenga cabida el jazz en directo. Si además, como sucede en este caso, ocurre en lugares con una oferta jazzística tan pobre a lo largo de año como son Pamplona y su comarca, y además resulta que esto ocurre en el recién estrenado Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, esa noticia pasa de buena a magnífica. Si además ocurre que el público responde a tal iniciativa abarrotando la sala del concierto, siguiéndolo con gran interés y mostrando su aprobación ante el espectáculo con unos aplausos entusiastas que obligan a los músicos a salir a saludar dos veces y a dar un más que merecido bis, es de esperar que éste sea el primero de muchos conciertos más.
Zâr Ensemble es la unión del Ensemble Shanbehzadeh iraní y del trío francés Optic Tonic. En el concierto de Huarte el conjunto iraní quedó reducido a la mitad de sus componentes. Únicamente pudieron estar presentes su líder, Saeid Shanbehzadeh, y su hijo Naghib, residentes en Francia. Los otros dos integrantes no pudieron llegar a tiempo debido a las nevadas caídas en Irán, según comentó el líder del grupo en la presentación de los músicos. A pesar de estas dos ausencias, el quinteto de músicos desarrolló un concierto magnífico, en el que las melodías tradicionales iraníes, expuestas por Saeid Shanbehzadeh, sirvieron como una base perfecta para lanzar los desarrollos y las improvisaciones de sus compañeros. Este músico ejerció de líder a lo largo de todo el concierto, mostrándose como un todo terreno en su trabajo de marcar el ritmo de la actuación. No sólo cantó y bailó (plasmando con sus movimientos los significados de las letras de las canciones, que fueron desde cantos de trabajo a canciones amorosas), sino que tocó las flautas, percusiones y un largo cuerno de cabra, y se mostró especialmente virtuoso con el neyanbânn, una espectacular gaita iraní. El resto de los músicos respondió de forma brillante a lo planteado por el líder. El jovencísimo Naghib Shanbehzadeh ayudó a marcar el ritmo con sus percusiones. Además de su labor como soporte rítmico, tuvo espacio para un breve solo y también para realizar un intercambio muy intenso con el batería John Quitzke al final del concierto. Los miembros del trío Optic Tonic dejaron que los músicos iraníes fuesen planteando sus temas tradicionales para incorporarse al ensamble con total naturalidad y una gran discreción. El sonido del saxo soprano de Mattheiu Bonarier encajó perfectamente con el de la gaita iraní. Además de sus improvisaciones, en varios momentos del concierto planteó con Sheid Shanbehzadeh un bonito juego de llamadas y respuestas, en las que el músico francés se dedicó a imitar con sus saxos (soprano y tenor) las evoluciones de la gaita o de la voz de su compañero iraní. El bajista estuvo sobrio marcando el ritmo durante la mayor parte del concierto, aunque tuvo espacio para un par de solos, en los que se lució como un virtuoso del bajo eléctrico. El baterista estuvo a lo largo de todo el concierto en un segundo plano, que no por discreto resultó menos importante, ya que su labor fue mantener y complementar el entramado rítmico, básico en un espectáculo así. Como punto álgido de su actuación estuvo el duelo a cara de perro ya señalado con el percusionista iraní.
Como se ha comentado, el público disfrutó de lo lindo con una propuesta colorista y exótica, que a su vez estuvo llena de virtuosismo y de una gran calidad en su puesta en escena. Ésta incluyó un sobrio, aunque muy acertado juego de luces. El inicio del concierto, con una pieza que se extendió durante más de media hora, formada a partir de una sucesión de melodías tradicionales, fue el inicio de una fiesta que se prolongó durante más de setenta minutos. Quedamos a la espera de la próxima celebración en este nuevo espacio escénico de la cuenca de Pamplona.