Comentario: Thomas Wright “Fats” Waller (1904-1943) fue el representante más clásico de piano stride del Harlem donde nació. Hasta su muerte recreó una prolífica producción de composiciones musicales y letras de canciones estrenadas muchas de ellas en directo entre las décadas de 1920-40 en espectáculos de cabarets y en clubs nocturnos de Manhattan, Nueva Orleáns, Chicago, Nueva York... llegando hasta Londres. Sus conocimientos aprendidos al lado de James P. Johnson los llevó a cabo con los diversos instrumentos de teclado existentes en la época: piano rolls, piano, piano eléctrico, órgano, incluso la celesta. Acompañó a cantantes de blues, orquestas, tuvo sus propios grupos y también otros grandes nombres del jazz de la época se servirían de sus canciones y exitosas composiciones: Cab Calloway, Louis Armstrong, Count Basie, Fletcher Henderson, Mildred Bailey, Duke Ellington, etc. quienes le dieron finalmente la calidad de standards. Su fama le llevó, sin dificultad, a los teatros de Broadway, los estudios de grabación, las emisoras de radio y las películas de Hollywood. El desarrollo del estilo, musicalmente, no es nada fácil y precisa de una gran técnica pianística en la mano izquierda para desarrollar esa parte rítmica que es la que contagia el movimiento a todo nuestro cuerpo, mueve acompasadamente arriba y abajo nuestro pie izquierdo y nos retrotrae a la época del ragtime, el swing y el boogie-boogie. Tenía Fats Waller además una capacidad especial para componer letras de canciones con un sentido satírico, de desenfado, aprovechando el mundo social de la época de cambios que le tocó vivir, dando la talla del perfecto entertainer.
Presentar hoy día este repertorio puede ser irónicamente tomado como una aventura. Si, además, la propuesta viene por parte de músicos que tienen como argumentos en el escenario la improvisación y el free jazz, el proceso se convierte en un reto con el mayor de los atractivos para los aficionados al jazz y los paladares más exigentes. Lo que se dice una perfecta aventura de (años) locos.
A pesar de conjugar tradición jazzística con la más refinada creación musical en sus conciertos y grabaciones, Aki Takase (Osaka, 1948) es desconocida por los aficionados en nuestro país casi tanto o más que su marido, el también pianista Alex von Schlippenbach, compositor, director de orquesta, improvisador y co-fundador del sello pionero de improvisación europea Free Music Production. Por supuesto que han grabado juntos y son miembros destacados, la pianista y director musical concretamente, en el legendario ensemble de jazz con figuras internacionales Berlin Contemporary Jazz Orchestra. Para su segunda visita a Madrid, Aki Takase vino acompañada esta vez de cuatro grandes músicos, tan exigentes y brillantes como ella y escurridizos como pocos a la hora de etiquetar el conjunto de su música. Sus nombres: Eugene Chadbourne, inmejorable candidato para interpretar las letras de las canciones de Fats Waller, ya que con su voz, el Doctor aporta una parte fundamental a este proyecto además de contar con una carrera de largo recorrido y una personalidad única dentro de la música; Rudi Mahall, con una magnifica técnica en el clarinete bajo, repite acompañando –ya son doce años de compartir proyectos–, a la pianista; es integrante de la formación que interpreta la obra íntegra de Thelonious Monk, y miembro de grupos como Die Rote Bereich y Die Enttäuschung; Nils Wogram también ha participado en otros proyectos de Takase, además de tener un dúo con Simon Nabatov y su propio cuarteto Root 70, y participar en la Globe Unity Orchestra...; Nils Wogram está considerado uno de los mejores jóvenes trombonistas actuales de jazz europeo. Sustituyendo a Paul Lovens, detrás de la batería se colocó Heinrich Koebberling, de la banda berlinesa Aki Takase and the Good Boys y el cuarteto de Ernie Watts.
El concierto comenzó con las notas de “Lookin´Good, But Feelin Bad”, interpretadas por Aki Takase al piano acompañada de Eugene Chadbourne en el banjo, la batería de Heinrich Koebberling y la sección de vientos de Rudi Mahall, con clarinete bajo y Nils Wogram al trombón. Siguió la buena intención y esforzada lectura en español de Aki Takase haciendo una breve presentación de cada uno de los miembros del grupo. A partir de ahí el conjunto de las piezas fue tomando una vertiente divertida, llena en matices y mezcla de lenguajes, con la música de Waller aderezada de un desarrollo más abierto, llegado de la personalidad de cada uno de los músicos en el escenario. Por ejemplo, Aki forzó rápidamente los contenidos intercalando aquí y allá fraseos libres, sin perder las melodías, teniendo en las manos el lenguaje, lecturas remachadas por el resto del grupo, con un amplio y vertiginoso recorrido por todas las teclas, asegurando su dirección musical en todo momento e, incluso, dándose licencia para que su faceta creativa de eficaz maestría en el campo más improvisado no quedase en el tintero, llevada por momentos a tocar con puños cerrados y codos y manteniendo desde el interior del piano diversos timbres, apoyada en objetos y clusters. Desde su posición en el escenario mantuvo indicaciones para un sobrio, aunque efectivo, baterista falto desde luego del color que proporciona un Paul Lovens en escena. Precisamente, lo que sobra en Eugene Chadbourne, que tocó por igual durante la actuación el banjo y una preciosa guitarra eléctrica. Sin usar prácticamente efecto alguno en sus instrumentos, arrancó una singular musicalidad en las cuerdas. Su fuerte estuvo en las canciones, en piezas como “All That Meat And No Patatoes”, “Ain´t Misbehavin´”, “Handful of Keys”... representadas en teatros musicales durante décadas, escenas folletinescas cargadas de ironía y picardía de la época –de todas las épocas, no nos engañemos–, los juegos de palabras de “The Viper´s Drag” que un Chadbourne locuaz y divertido, escenificaba, sentado, con mímica y voces diferentes...
Un perfecto catalizador de los sonidos es Rudi Mahall. Su clarinete bajo –Dolphy es probablemente su mayor influencia en el instrumento– se transforma por momentos, o totalmente, en sonidos agudos de un saxo soprano y dibuja a la perfección las notas de la partitura sin tenerla delante tal y como demostró dos días antes en ese mismo escenario en el proyecto Monk´s Casino. Aquí sí hubo atriles –para recordar básicamente las letras de las canciones y la guía de los temas–, aunque no hubo mucha necesidad de ellos: Aki Takase hizo un solo con Rudi Mahall en una pieza free que sirvió para enlazar temas de Fats; otra combinada con el baterista, siendo la parte donde el trombón sonó en solitario una bella pieza improvisada que recordaba vivamente a Albert Mangelsdorff. Una sección de viento sólida, en primera fila, de avanzada creatividad, que “castigaba” de vez en cuando con multifónicos a la audiencia más conservadora.
Después de más de una hora de concierto no tocaron o no supe identificar una pieza clave del repertorio de Fats Waller: “Honeysuckle Rose”. Para el bis –que fue nuevamente requerido y no correspondido– dejaron la pieza “Two Sleepy People”, terminando con el mismo tema con el que comenzaron. El público valoró con éxito este bonito proyecto porque está realizado con un gran respeto y reconocimiento a la música y el espíritu del compositor, una propuesta que ya tiene también resultado en forma de grabación Aki Takase Plays Fats Waller (enja 2003).