Comentario:Marty Ehrlich es uno de los músicos más destacados de su generación. Aclamado como compositor y como intérprete, ha sido reconocido como uno de los multiinstrumentistas más formidables desde ese músico de ensueño que fue Eric Dolphy. Como botón de muestra, la Asociación de Periodistas de Jazz norteamericana le concedió en 2001 el premio del año al mejor saxofonista y en 2003 lo recibió como clarinetista. Al año siguiente, la prestigiosa Fundación Guggenheim reconoció su labor como compositor. Desde su versatilidad, Ehrlich ha conducido numerosos grupos y cuenta con más de 20 trabajos a sus espaldas.
Con esta inmejorable carta de presentación apareció Ehrlich en compañía de la pianista Myra Melford (Illinois) en el escenario del San Juan, un escenario que conoce bien porque no era la primera vez que lo pisaba.
La fórmula del dúo piano/viento es una de las más expresivas del jazz. Las posibilidades que ofrece son infinitas, ya que nos sumerge en un viaje que parece no tener fin. La propuesta obnubila y arrastra como un torbellino emocional, del que no se sale hasta que se encienden las luces. Es la poesía en el aire, viva, transformándose en notas inacabadas.
Marty Ehrlich y Myra Melford llevan ocho años compartiendo su pasión musical. Hasta el momento han publicado dos discos, uno de los cuales –Sparks, recientemente aparecido–, acaparó la mayoría de los temas interpretados en el concierto. Si hay que definir la actuación, ésta se caracterizó por su derroche de libertad creativa a raudales, con diferentes climas sonoros, cambios de ritmos e intercambios de solos extraordinarios de una belleza desbordante.
Las notas de Myra Melford surgen como un torrente, desarrollando infinitas escalas hasta que se pierden en meros toques percusivos. El saxo y el clarinete intercalan su presencia con lamentos y largos solos que a su vez, se retroalimentan con las notas del piano.
Ambos músicos, Ehrlich y Melford, tanto monta monta tanto, cuentan con una vasta paleta musical de la que echan mano con una facilidad pasmosa. En algunos momentos el concierto se adentró por sendas más líricas, en otros más alegres y en otras secuencias llegaron a primar encendidos y caóticos fraseos en la cresta de la pura improvisación, hasta que Myra Melford retomaba la calma melódica.
Una vez más y ya son muchas, Alejandro Reyes volvió a apostar por la calidad, por el impagable placer de poder disfrutar de los mejores músicos de jazz del momento, algo que salvo excepciones, sólo ocurre en el San Juan Evangelista.