Comentario: Se esperaba con gran expectación el concierto a piano solo de Martial Solal en Tarrasa. Los motivos de dicha expectación eran las referencias de Solal como músico y la ausencia (dificilmente justificable) del excepcional pianista de los escenarios catalanes. Aunque dicha expectativa no fue jstificada con una gran asistencia, Solal demostró con creces no sólos sus cualidades como intérprete sino como insuperable creador.
Para poder evidenciar algunas de las cualidades musicales que como intérprete ostenta Solal, éste se valió de un repertorio repleto de standards tales como “Cherokee”, “My Funny Valentine”, “Prelude to a Kiss”, un medley a base temas de Duke Ellington, y algún tema original. Siendo lo menos importante la colección de temas que ejecutó Solal, estos sirvieron para acreditar la profunda formación clásica que ostenta como intérprete. Su discurso musical le permitió exhibir una paleta sonora amplia a lo largo de todo el piano, explotando la técnica de la independencia de manos hasta sus últimas consecuencias. Todo ello lo puso al servicio de una improvisación imaginativa y en muchas ocasiones exigente. En muchos de los temas los aficionados disfrutaron de unas interpretaciones en las que predominaron las fragmentaciones y rupturas rítmicas, el gusto por las cadencias complejas con fuertes digresiones armónicas, la aparición de líneas melódicas diversas y variadas que se entremezclaron en muchas ocasiones produciendo un efecto sonoro que hizo que los aficionados estuvieran muy atentos a las progresiones del pianista francés.
A lo largo de las más dos horas de duración del concierto Solal demostró encontrarse a sus ochenta y un años en un momento creativo de gran lucidez, pero ante todo lleno de imaginación, de sensibilidad, de gusto por el riesgo y con ciertas pinceladas de humor. El mejor concierto del Festival, a pesar del poco interés de los aficionados por el jazz europeo.