Comentario: Hace 25 años, el pianista sudafricano Abdullah Ibrahim editaba un trabajo llamado Ekaya (“hogar” en lengua original), título que dio origen a un proyecto que ha venido desarrollando desde entonces y que se ha convertido en una de sus señas de identidad. El concepto que Addullah Ibrahim quiere transmitir en sus conciertos con el grupo Ekaya trasciende lo jazzístico para convertirse en un ejercicio pseudoespiritual y evocador de las amplias sabanas africanas. Desde que hace 40 años Dollar Brand pasase a formar parte de la comunidad islámica, su música no ha dejado de girar en torno a un cierto leit motiv trascendental. Para Ibrahim, la música forma parte de su propia concepción de la vida. Los sonidos melódicos sudafricanos se fusionan con el jazz en un trabajo donde afloran más los ritmos soul y gospel que los meramente jazzísticos. Acompañado de seis músicos, con clara mayoría de vientos, el músico sudafricano fue dosificando poco a poco sus intervenciones, dirigiendo desde su piano a la banda, que acaparó la mayor parte de las casi dos horas que duró el recital. Música perfectamente esamblada, guardando siempre los equilibrios en los solos, que se sucedieron de una manera ordenada y repetitiva. A modo de música coral, los vientos sustituyen a las voces, creando un cuadro donde lo lírico y lo sensual se dan la mano. Buenos solos a cargo de cada uno de los vientos, pero todo respondía a una guión perfectamente interpretado, donde no hubo ninguna cesión a la improvisación.
El concierto ofrecido en el Teatro del Bosque de Móstoles fue una especie de suite africana, sin apenas interrupciones, dirigida por el maestro Ibrahim, en la que, puestos a buscar referencias, en algún momento, aparecieron menciones a la música de Duke Ellington, pianista admirado por Ibrahim. Música calmada, sin apenas sobresaltos. Un concierto quizá excesivamente largo, pero que gustó mucho a los asistentes.