Mientras la efervescente escena jazzística de Chicago se empeña en buscar en el infierno una nueva personalidad que mantenga viva la llama del free jazz y la música contemporánea, las listas de ventas, los grammies y demás parafernalia de la industria discográfica encumbran a la bella canadiense al olimpo de la popularidad con un jazz que no ha pasado de la frontera de los años cuarenta y que ni siquiera ha sufrido el embate de Monk… ¿Es el público tan conservador, tan acomodaticio, tan amante de ese jazz de tafetán, de tacón alto y postal navideña…? Enfrentándose a un repertorio a su medida (baladas, blues, standards, swing e incluso algo de stride a piano solo) la bella dama evolucionó sobre las teclas de forma correcta y académica, decantándose por las escalas y los clichés del blues. En ese territorio se suelta con facilidad y de vez en cuando inicia algún vuelo de mayor riesgo aunque, sin embargo, el mayor atractivo de su hacer con el piano radica en ese otro ataque mucho más suave y cercano al silencio, con un bonito control del volumen, con economía y espacios. Su voz es también correcta y agradable y luce un ligero vibrato natural que evoca la personalidad de una mujer dura marcada por un desengaño sentimental, supliendo así con una pose interpretativa sus limitaciones naturales. Mención especial merece, en cambio, el baterista Jeff Hamilton, responsable de coliderar junto a John Clayton una de las mejores orquestas de jazz clásico que existen en la actualidad y todo un maestro en sacar recursos de la chistera. A pesar del estrecho margen estilístico que le permitía el repertorio, en sus breves intervenciones en solitario demostró –sin abandonar su clasicismo– el triple de musicalidad, inventiva y dominio de su instrumento que la líder del trío. Aunque sea un aspecto extramusical, me gustaría felicitar desde aquí el diseño del escenario y la iluminación: con muy pocos elementos crearon una atmósfera muy acogedora. En fin… Diana Krall seguirá vendiendo muchos discos. Ella no tiene la “culpa”: tan sólo es una chica guapa que toca bien el piano. El resto lo hace el público.