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EXCERPTS: ALGUNAS VALORACIONES SOBRE EL 43 HEINEKEN JAZZALDIA
43 Heineken Jazzaldia

  • Fecha: 22 al 27 de julio de 2008.
  • Lugar: Varias localizaciones (San Sebastián (Guipúzcoa)). 
  • Comentario:
    Un festival como el Jazzaldia es un verdadero lujo para el aficionado, puesto que es uno de los pocos que ofrece una programación gratuita de alta calidad. Otros suelen tirar de bandas locales o de conciertos de interés reducido para que las cuentas salgan. Pero en un país tan necesitado de cultura jazzística como el nuestro, resulta fantástico acceder a algunos espectáculos de forma libre, y de paso provocar el interés en los no aficionados. La formula es sencilla: si la gente no ve música en directo, llevémosla adonde está la gente, esto es, la calle.

    Marc Ribot "Ceramic Dog"

    Este año hemos podido disfrutar de algunos conciertos notables en los espacios gratuitos del Jazzaldia, algunos muy superiores a los programados en los auditorios. El mismo día que empezaba el festival, Marc Ribot ofreció una actuación memorable que nos dejó boquiabiertos, batiendo por goleada el concierto ofrecido poco antes por Keith Jarrett, Gary Peacock y Jack DeJohnette en el Kursaal. En la pequeña "Carpa Heineken", Ribot y su nuevo trío, Ceramic Dog, presentaron el disco Party Intelectuals tocando a un nivel estratosférico, con una intensidad asombrosa desde el primer minuto hasta el último. El trío estaba perfectamente compenetrado, adaptando sus diferentes estilos y sus variados multiinstrumentismos con un objetivo común: producir un directo personal, contundente y absolutamente genial. Lamentablemente, el concierto debía durar una hora exacta, a causa de las siguientes actuaciones programadas. Entre bastidores, Ribot afirmó que lo que tenían programado para el día siguiente sería mas largo y que pretendían tocar un repertorio diferente, recurriendo a más temas del CD. Desgraciadamente, una inesperada galerna truncó ese y otros eventos del miércoles, dejándonos huérfanos de un recital que habría eclipsado con facilidad al resto de la programación.

    Pyeng Threadgill

    Al día siguiente también actuaba en la "Carpa Heineken" Pyeng Threadgill, hija del gran Henry Threadgill, que presentaba su ecléctica propuesta con una humildad encomiable. Su capacidad vocal es indudable, pero aun le falta desarrollar una personalidad fuerte. Por otro lado, su proyecto, interesante aunque algo errático, le hace a uno preguntarse qué es lo que quiere hacer exactamente la cantante. En cualquier caso, una actuación muy interesante de un nombre a recordar.

    Return To Forever

    El viernes tuvimos que huir despavoridos de una de las actuaciones estrella del festival, la de Return To Forever. El supergrupo resucitó su peor encarnación y ofreció una actuación tan lamentable que resultaba verdaderamente doloroso presenciarla. Ni siquiera Chick Corea pudo sobrevivir a la avalancha de vulgaridad que se venía sobre el público (tremendamente entusiasta, por otra parte). Por si fuera poco, el sonido delgado y metálico del bajo de Stanley Clarke solo era superado en desagradabilidad por la guitarra del insoportable Al Di Meola, sustanciosamente más alta que el resto de la banda. Pero el espantoso sonido no era lo peor: lo que ejecutaron los cuatro instrumentistas sobre el escenario fue completamente monstruoso a todos los niveles. Para colmo, el grupo tuvo la osadía, o más bien la absoluta desfachatez, de salir al escenario con un fragmento de In A Silent Way sonando de fondo.

    El regreso de Return To Forever tiene un carácter más comercial que histórico, a pesar del bombo que se le ha dado en numerosas publicaciones norteamericanas (su gira ha acaparado las portadas veraniegas de Downbeat y JazzTimes). Con suerte, su actuación en San Sebastian (aderezada por presentaciones de cada músico entre tema y tema, que hacían flaco favor a su imagen) se recordará por lo histórico de la ocasión, puesto que es difícil que se haga por la música allí perpetrada.

    Benjamin Biolay - Kings Of Convenience - Asa

    En el "Escenario Verde", situado en la playa de Gros, actuaba en ese momento el francés Benjamin Biolay que, con una simpática mezcla de chanson, pop y rock, resultó una apuesta considerablemente mas agradable. Con ademanes canallescos y algo de malditismo pijo, Biolay conquistó a un público que tardará en olvidarle. Al día siguiente, en el mismo escenario, pudimos ver otra de las propuestas del festival más cercanas al pop/rock: los indies Kings Of Convenience. El dúo noruego se mostró esclavo de su imagen, como gran parte de sus contemporáneos, puede que para desviar la atención de lo mediocre de su música. Su actitud sobrada e insolente (completamente fuera de lugar) y lo ridículo de actuar con gorros de lana (¡en julio! ¡¡y en una playa!!) no disimularon una propuesta endeble y con aires de plagio a Simon & Garfunkel, un dúo que sí fue verdaderamente grande. Lo de los nórdicos tenía más de farsa adolescente y de moda babosa que de música profunda; es lo que pasa cuando uno se preocupa más de ser cool que de escribir buenas canciones. El domingo, la francesa Asa dio en el mismo escenario una lección de todo lo contrario. Mezclando hábilmente lo mejor de los songwriters contemporáneos, sus raíces nigerianas y su preciosa voz, presentó una música de corte folk-pop que, por cierto, suena mucho más sólida en directo que en su reciente disco Asha.

    Stefano Di Battista

    El sábado se estrenaba una de las grandes novedades de este Jazzaldia, la noche blanca o "gaubira", que ofrecía multitud de conciertos y espectáculos hasta altas horas de la madrugada. La repentina cancelación del esperado concierto de Stefano Bollani fue una verdadera faena, pero otro italiano, Stefano Di Battista, nos devolvió los ánimos tras el monótono concierto de Kenny Barron. El saxofonista presentaba en el "Escenario Frigo" su nuevo disco, Trouble Shootin', con un grupo fantástico: Fabrizio Bosso a la trompeta (sin florituras pero con un sonido precioso), el siempre interesante Baptiste Trotignon al hammond y Greg Hutchinson a la batería. Con un enfoque tradicional (heredero de la Blue Note de los años 60) y un desparpajo y buen rollo muy saludable, Di Battista dio todo lo que Barron debería haber dado: jazz de calidad, sin pretensiones, pero con garra, viveza y convicción.

    Bugge Wesseltoft

    Ya de madrugada, pudimos ver en el Teatro Victoria Eugenia a Bugge Wesseltoft en solitario. Armado con un piano, un ordenador, un looper, un teclado, un par de multiefectos y algunos cachivaches más, Wesseltoft se dedicó a grabar, pista a pista, bases sobre las que posteriormente improvisaba. El problema es que el proceso, envuelto por el noruego en una solemnidad un tanto pueril, era de una simpleza sonrojante. Lo que en otro concierto habría sido un pequeño juego o un detalle simpático para sorprender al público, aquí fue la base de todo. Por otro lado, los fraseos al piano de Wesseltoft estaban a la par con la base en cuanto a simpleza, repletos de los peores tópicos del jazz nórdico y de un carácter étnico de cartón piedra.

    Liza Minelli

    El cierre del festival estaba protagonizado por la actriz y cantante Liza Minnelli, que congregó en el Kursaal a la flor y nata de la ciudad y a varios centenares de fans. Con una sólida banda de apoyo, la Minnelli se metió al público en el bolsillo en cuestión de segundos. El aspecto teatral de su propuesta, muy en la línea de Broadway, tropezó en algunas ocasiones con la barrera del idioma, ya que sus soliloquios eran una parte muy importante del espectáculo. Aun así, su puesta en escena desenfadada y su carácter dicharachero le hicieron alcanzar el difícil equilibrio entre estrella hollywoodiense y mujer sencilla y afable. Otra cosa fue su voz, descontrolada en demasiadas ocasiones y generosa en desafines. Pero eso es lo de menos. En el Kursaal sonaron standards, canciones de musicales como Chicago o su inolvidable Cabaret y por supuesto, "New York, New York". Es lo que su público demandaba y es exactamente lo que tuvo.

    Soft Machine Legacy

    El festival se acercaba a su fin y a falta del gran John Hiatt (otra desgraciada cancelación, en este caso por enfermedad), tuvimos oportunidad de ver a Soft Machine Legacy. John Etheridge y los suyos ofrecieron un sólido concierto de fusión tradicional muy bien facturada. Roy Babbington, también ex-miembro de Soft Machine, sustituyó con solvencia a Hugh Hopper, aunque tanto a él como a John Marshall se les pudo notar el peso de los años. El joven Theo Travis tocó unos cuantos buenos solos con aire de niño bueno y unos pantalones que hubiesen hecho sonrojar al mismísimo John Zorn, y Etheridge, que estaba en buena forma, mostró un liderazgo humilde y un discurso elocuente. El concierto fue variado y entretenido, evitando los anacronismos que en otras ocasiones produce este estilo y dejando en evidencia a la otra gran apuesta de jazz-fusión del festival, comentada algunos párrafos más arriba.

    Epílogo

    He intentado en varias ocasiones contabilizar las actuaciones que ha ofrecido el Jazzaldia en esta última edición, todas ellas en vano. Esa oferta descomunal, inabarcable en su totalidad, es una maravilla para cualquier oído inquieto. Un placer que diluye con facilidad la impotencia de no poder escucharlo todo. La estupenda elección del auditorio del Kursaal, su sala de cámara, el Teatro Victoria Eugenia y el resto de escenarios que, en cierta forma, han sustituido a la Plaza de la Trinidad, ha puesto el listón muy alto para las próximas ediciones. Esperemos que esta reubicación no sea algo temporal e inaugure una nueva etapa de magníficos Jazzaldis, aunque este ha sido particularmente glorioso: Keith Jarrett, Dianne Reeves, Steve Coleman, Ahmad Jamal, los probablemente fantásticos (de no haber cancelado) Bollani y Hiatt y, como verdaderas perlas del festival, Marc Ribot, David Murray y Anthony Braxton.

    Muchos conciertos quedan en la memoria, estos y otros, de muchos estilos y diferente calidad. Pero la sensación última es de música vivida y escuchada. De apuestas diferentes e incluso antagónicas, programadas para colmar todas las filias y, con suerte, engendrar alguna nueva. ¿Se puede pedir más?

    © 2008  Yahvé M. de la Cavada