Comentario: A Time For Everything fue toda una sorpresa cuando llegó a mis oídos. El chaparrón de nuevos pianistas que está cayendo en ocasiones se vuelve insoportable, pero Yaron Herman me convenció en pocos minutos. No se trata de que el israelí no comparta varias de las muletillas de sus imberbes contemporáneos pero, en su caso, hay mas miga de lo habitual.
A pesar de la pésima distribución de su obra (necesariamente corta pero nada despreciable), su concierto había creado cierta expectación, mezcla de inocencia desinformada y palabras dichas o escritas aquí y allá. Herman ya tocó en el Festival de Vitoria dos años atrás de una forma un tanto doméstica y anónima, y el público vitoriano merecía esta segunda oportunidad. En está ocasión le acompañaba su trío habitual, formado por Matt Brewer al contrabajo y Gerald Cleaver a la batería, que son asimismo quienes grabaron con él A Time For Everything.
En el disco, Herman se apoya en algunos momentos en bases programadas y elementos electrónicos que, si bien son muy efectivos y razonados en la grabación, podrían resultar chirriantes en directo. Afortunadamente, Herman afronta el concierto prescindiendo de todo elemento ajeno al trío, y potenciando la verdadera base de su música: su inspirado dominio del piano y la interacción de todos los miembros del grupo.
Aunque pueden reconocérsele muy rápidamente algunas formulas, raíces y paternidades varias, la música de Herman parece ser completamente honesta y real. Jarrett está muy presente en el fraseo del joven pianista, tanto a nivel de construcción como de sonido y ataque, pero su talento está en plena ebullición y, sin llegar a independizarse completamente, lucha constantemente por dejarse ver. Su relación con el contrabajo y la batería es de una complicidad interesantísima, haciendo que el grupo fluya constantemente a pesar del alto nivel de independencia que cada uno de ellos manifiesta.
Brewer es un tipo de una solidez impactante, que sostiene al conjunto con la firmeza necesaria pero sin un ápice de rigidez, y que se vuelve plenamente ingenioso a la hora de afrontar un solo. Gerald Cleaver es otra de las claves del trío. Su hoja de servicios pasa por aportar el elemento rítmico a nombres como Matthew Shipp, Mat Maneri, Roscoe Mitchell, Craig Taborn o Joe Morris, por mencionar sólo a unos pocos. Aunque el grupo de Yaron Herman podría resultar un contexto menos libre de lo habitual para él, Cleaver se las ingenia para ser absolutamente creativo y, de paso, dar ese plus de vigor e independencia que convierte a este grupo en una de las unidades acústicas más interesantes del pasado año.
En Vitoria, todos pudimos presenciar esa explosión de talento y asombrarnos, no con lo que estábamos escuchando, sino con lo que este pianista puede depararnos en el futuro. Desde luego, la cosa promete.
Nota: En un concierto en el que en muchos momentos un instrumentista se queda solo durante algunos minutos, o en el que la intensidad fluctúa terriblemente en favor de producir una música natural y variada, resulta trágico tener que lidiar con molestos ruidos a lo largo de toda la actuación.
Cualquier festival civilizado pone a disposición de los fotógrafos un tiempo prudencial, normalmente uno o dos temas, para que recojan el material gráfico que necesiten. Aunque esta práctica ya se da en otros recintos del festival, el que más lo necesita es el Teatro Principal, que con su pequeño aforo y su ambiente íntimo se ve particularmente perjudicado por los inmisericordes clics de las cámaras. Hasta cinco y seis filas detrás de la primera (que parece reservada a estos sujetos) el espectador sufre los titubeos innecesarios y el “voy a probar así; uy, no me ha salido, pues voy a tirar otra a ver…” de unos trabajadores irrespetuosos que campan a sus anchas molestando a quienes, de hecho, han pagado su entrada.
© 2008 Yahvé M. de la Cavada