Comentario: Antes de empezar con lo acontecido la otra noche, me gustaría explicar un poco el marco en el que se dio, pues el ciclo “Cabaret Hofmann” va por su segundo año de andadura y bien lo merece. Este ciclo, que toma el nombre del químico suizo Albert Hofmann, que sintetizó el LSD-25 en 1943, programa mensualmente propuestas novedosas que se estén dando por Barcelona dentro de ámbitos diversos, desde improvisación, electrónica, pop experimental, poesía sonora. En conjunto, es uno de los pocos ciclos que el aficionado tiene en Barcelona para acercarse a músicas de aquí alejadas de la línea general. Su promotor, Serapi Soler, activista con callo, conduce este necesario Cabaret Hofmann con independencia y buen gusto (una buena muestra de esto la tenemos en los geniales carteles que dibuja ex profeso el ilustrador Ignot).
Así que la elección del saxofonista de Hospitalet de Llobregat Agustí Martínez estaba perfectamente justificada. El año pasado, Agustí editó en el sello Etude Records una de las pocas referencias españolas que se puede denominar free sin titubear lo más mínimo (aunque, también es verdad, hay en él una fuerte influencia de la música contemporánea). Are Spirits What I Hear? es, además, un disco excelente. Y un disco hecho con un saxo alto a pelo. El fruto del trabajo de 30 años de dedicación a la música, aprendiendo y enseñándola, concibiendo proyectos personales pero al tiempo aceptando cualquier trabajo en cualquier orquesta. Todo eso sin caérsele los anillos. Como a él le gusta remarcar, ha aprendido de todo cuanto ha hecho. De unas cosas más, de otras menos, pero lo que él es hoy es de alguna manera la consecuencia de toda esa trayectoria. Are Spirits What I Hear? es en este sentido una obra madura. Y así parecen haberlo percibido muchos críticos y aficionados, de aquí, pero sobre todo de fuera de España.
Agustí está en estos momentos en medio de un puente. Bastantes meses después de Are Spirits What I Hear? y debido a las consabidas razones de siempre, como que por ejemplo ésta era la primera presentación que hacía en solitario del disco en la vecina Barcelona (hubo hace un año una presentación conjunta con varios artistas del sello), o que, también, no esté dentro de la red de ayudas con que tan generosamente se regala a algunos, y que le podría liberar de otras actividades para centrarse en nuevos proyectos; como decía, meses después de aquel disco, Agustí aún sigue atrapado en él. Tiene ya confeccionada una parte de lo que podría ser un segundo disco de saxo alto solo. Así que está ahora como entre dos aguas. Lo que tampoco importa, pues los temas del disco siguen sonando estupendos en directo. No obstante, uno ya tiene ganas, como simple aficionado, de escuchar algo más, sobre todo a tenor de algún adelanto que presentó en el concierto de la otra noche. E incluso de oírle hacer otras cosas. Con anterioridad ya había editado dentro de la publicación del centro artístico TePeKaLe de Hospitalet, el CD Utopía u olvido (2005), un trabajo escrito para más instrumentos y que de alguna forma tiene que ver con su proyecto del Maal Ensemble, del que es compositor, director e intérprete.
El concierto presentó un lleno absoluto. Cosa extraña que quizá se expliqué por esa cualidad inasible y enigmática que tienen los jueves. Y, cosa más rara aún, exceptuando a unas estudiantes Erasmus que a todas luces se habían equivocado de lugar, no hubo deserciones y sí una cerrada ovación al final. Y es que Agustí se puede permitir incluso juguetear con el repertorio de Are Spirits What I Hear? introduciendo notas de humor que son también inflexiones sobre la propia música. No se trata de chistes sino de tomar cierta distancia, me parece a mí, para no caer en rutina alguna. A pesar de los pocos conciertos en solo que ha ido haciendo, es visible que va adquiriendo esa seguridad que te va a permitir amoldar el repertorio a las circunstancias que sean. Entre los temas del disco, esto pudo apreciarse bien en “Stateless Folk Song”, en “Che collons!” y en “Cross-Light”. Las relaciones entre respiración, soplos, golpeteos con dedos y lengua, ruidos de las llaves, por un lado, y el toque comme il faut, del otro, son sabiamente explotadas en el directo. A pesar de que la forma de los temas queda bastante cerca de la de los grabados, en vivo los recursos técnicos adquieren un especial relieve. Como si los espíritus a los que alude el título necesitaran esa condición de posibilidad para materializarse. Entre los temas nuevos, destacar una versión de “The Wonderful Widow Of Eighteen Springs” de John Cage, regurgitada de nuevo por completo, y un “curioso” tema japonés que nos contó que era tradicional. También nos dijo que tras “Stateless Folk Song” había, a lo lejos, una bulería, de la misma manera que tras “Che collons!” había una saeta. Esto podría tomarse como una boutade si no fuera porque uno sabe que lleva a cuestas una importante tradición flamenca que proviene de su familia y origen andaluz. Para acabar, remachó la cosa con una intensa interpretación de “Solitude” de Ellington. Un unaccompanied que certificaba de un modo rotundo la valía de Agustí Martínez.