Comentario:
El segundo concierto en el Colegio San Juan Evangelista coincidió en fecha y hora con el que echaba a andar el festival de jazz de Madrid, tantos eventos jazzísticos en apenas un mes y en tan diversos espacios hacen casi imposible evitar coincidencias. En este caso, el aficionado tuvo que decidirse entre hacerse partícipe de los interrogantes expuestos por la constante búsqueda de Henry Threadgill o recibir las lección impartida por los excelentes bajistas Clark, Miller y Wooten.
Quienes asistieron al concierto del saxofonista, ocupando aproximadamente un tercio del aforo del salón de actos del jazzístico Colegio Mayor, recibieron en apenas una hora un aluvión de música multicultural y reflexiva, vanguardista pero con atisbos ancestrales jazzísticos. En definitiva, una música arriesgada, bella y comprometida. Henry Threadgill asumió riesgos desde el principio, con un largo y nada efectista solo de batería que introdujo el complejo repertorio, cargado de poliritmos, con compases que pueden estirarse y encogerse con facilidad, y melodías poco convencionales cargadas de misterio y belleza.
Para interpretar esta valiente y complicada apuesta, acompañan a Threadgill músicos ya implicados en sus proyectos, haciendo que la música fluya con facilidad. El guitarrista Liberty Ellman por momentos pareció el líder del quinteto, con un sonido clásico y delicado. El excelente y escénico Stomu Takeishi, que sustituía al anunciado chelista Robin Khodeli, asumió un rol más cercano a éste último liberándose de cuestiones rítmicas, asignadas en su totalidad a Elliot Humberto Kavee, genial durante toda la velada y José Davila, cuya tuba da un soplo de aire tradicional al sonido vanguardista de Threadgill.
Desgraciadamente la velada fue corta, ya que el líder no acabó de encontrarse cómodo en el escenario. El propio músico aludió al frío reinante en el Johnny, aunque esto no puede ser excusa para no haber salido a un simple bis tras apenas una hora de concierto. No puede ser excusa por la cantidad de músicos que han pasado (y pasarán) por el escenario del célebre Colegio Mayor en las mismas condiciones (ni mucho menos bárbaras); por el tiempo que llevaba el músico sin pasar por Madrid (habría que preguntarse cuántos otros además del San Juan Evangelista traerían a este musicazo); y por un público encantado con la propuesta del quinteto que se hubiera conformado con una nueva salida de éste al escenario.
No obstante Threadgill brilló en su corta estancia en Madrid, permitiendo disfrutar de la belleza de su flauta y del sonido desgarrado de su saxo alto, y dejando una agradable sensación musical entre los asistentes.
