Comentario:
Una velada deliciosa. Elegante. De música inteligente, llena de referencias por la temática propuesta, e interpretada con corazón y hondura. Todo esto prometía la noche a tenor de la personalidad del propio Oliva y del trabajo que venía a presentar, Ghosts of Bernard Herrmann (Illusions, 2007). Y todo eso ofreció.
La verdad es que acercarse a la obra de un compositor como Herrmann no es nada fácil. En primer lugar, por la complicación musical inherente. Y, en segundo lugar, porque es jugar contra un montón de memorias (¿quién no tiene en la cabeza las bandas musicales de films como Vértigo, Psicosis o Taxi Driver? ¿y quién no tiene una idea emotiva ya conformada de esas piezas?). En las notas del disco, el propio Oliva admite que este proyecto surgió durante una cena de amigos y como un reto. La otra noche, después del concierto, preguntado por si creía que Herrmann componía con el piano o no, contestaba, tras una breve pausa, que no, que lo hacía escribiendo directamente. Así que los problemas de trasposición al piano del lenguaje orquestal estaban asegurados y agravadospor dos hechos: que el piano no parecía formar parte del proceso compositivo de los originales, y que la música cinematográfica tiene una exuberanciaañadida, independientemente de la calidad que tenga.
La otra noche cambió temas, los agrupo como mini suites y aunque no varió estructuralmente las piezas, si retocó algunas muy sensiblemente, como por ejemplo The Birthday de la película de De Palma Hermanas. Si en el disco ésta es interpretada –la única– con un Fender Rhodes, aquí la modificó adaptándola al piano, creando tensas figuras con las resonancias. Y este es uno de los puntos que destacaría: estuvo mucho más fantasmagórico que en el disco. Por ejemplo, el inofensivo Memory Waltz de Las nieves del Kilimanjaro contuvo una sección intermedia inédita, muy amenazadora y poco reconfortante. O la entrada que hizo, con tres temas que en el disco no son consecutivos pero que los montó subrayando con muy buen criterio su carácter espectral: la Obertura de Ciudadano Kane, el Preludio de Fascinación de De Palma, y la más larga versión de todas, Vértigo. Y es Vértigo una de las pièce de résistance de estos “fantasmas de Bernard Herrmann”. Los temas arremolinados, que no concluyen nunca, que se enroscan infinitamente sobre ellos mismos, mantras góticos que son incardinados en distintas ubicaciones del tablero según el estado de ánimo de Scottie. Oliva nos enseña no sólo que entiende a Herrmann sino que entiende la función de esa música en la película. Es más, esto lo demuestra sobre todo en la parte improvisada, como también la hay en el disco, en la que todo lo que hace lo hace sin olvidar esas premisas y sin perder de vista ni el film de Hitchcock ni su propia película (una improvisación, además, de futbol sala, de jugar en terreno acotado). Por el mismo precio, Oliva nos explicitó un comentario ya sabido: el excepcional tándem que formaron Hitch y Herrmann. La suite de Psicosis fue el remache de esto. Una versión tempestuosa y sin la más mínima concesión (me pareció oír el psicótico ulular del viento y hasta las ramas por él arrancadas).
Otros temas se ciñeron más a los originales del disco. El de Viaje al centro de la Tierra de Levin o el Preludio de Farenheit 451 de Truffaut. Pero, ojo, fieles a las versiones del disco, que no a los originales herrmanianos. Como el mismo Oliva nos dijo esa noche, lo que se propuso con este proyecto era establecer un diálogo con el maestro ya muerto, no serle fiel. Y para eso, a mí que me perdonen, pero nada como la pieza con la que cerró el concierto que es la misma que cierra el disco también: All the Animals come out at Night de Taxi Driver. También fue bastante fiel al disco, pero es que en este caso el trabajo ya estaba hecho. Si recuerdan el tema, está compuesto por dos secciones claramente distintas que se van sucediendo. Primero tenemos un misterioso crescendo con timbales y metal. Después, una escueta y preciosa línea melódica que podría ser una balada de durar más. Oliva soluciona esta adaptación plegando las dos secciones una sobre la otra pero no simétricamente. La mano derecha proyecta la melodía del saxo mientras que la izquierda se contenta con extraer uno sólo de los graves y disonantes acordes de la primera sección. Una solución de recordatorio de vacuna. Una solución magistral.
Esa noche, al llegar a casa algo tarde y “animado”, no pude resistir la tentación de ponerme el inicio de Taxi Driver: el taxi saliendo de entre el denso vapor del alcantarillado, saliendo de entre los muertos; y el primer plano de Travis, con esa mirada fría, ausente, moviendo los ojos mecánicamente; y el parabrisas húmedo, como un ojo vidrioso que deforma y deshumaniza la ciudad… anuncio todo de la violenta pesadilla que va a acontecer. Como también esa noche nos dijo Oliva, tal vez fuera este trabajo para Scorsese el único de los de Herrmann en el que se filtró algo de música popular americana (la mencionada y ellingtoniana melodía de saxo). Otra dificultad más que fue salvada.
© 2008 Jack Torrance