Comentario:
Entonces el San Juan Evangelista era nuestro refugio y la música de Charles Mingus, nuestro (casi único) consuelo. Mingus era todo lo que necesitábamos: un sujeto ingobernable, desmesurado, pendenciero, un follador desaforado… escuchábamos la música de Mingus –iconoclasta, vertiginosa, caótica– interpretada por músicos de aquí y de allí, nunca por Mingus, que se murió sin haber visitado el templo madrileño donde se le adoraba. Así las cosas, qué podría venir mejor como cierre al fastuoso 27 Festival de Jazz del Johnny que recordar a quien contribuyó como ningún otro a edificar la leyenda de este lugar. Además, con una producción propia. Que si Mingus tocaba el contrabajo, tuvimos a tres haciendo lo propio, a veces juntos, otras por separado; y, a su vera, a quienes, no siendo contrabajistas, han mamado la música del genio nacido en Nogales, y quién no. Aseguran que se trabajaron el repertorio a prisa y corriendo, habrá que creerles aunque las evidencias dijesen lo contrario. Y no es solo es que nos llevaran de visita a los escondrijos más recónditos del repertorio mingusiano –el caso de la primeriza “Old Portrait”– sino que los clásicos, algunos, como “Goodbye Por Pie Hat”, sonaron en forma y manera originalísimas. Que si hubo otras interpretaciones que no fueron originalísimas ni cosa parecida, eso fue lo de menos. A fin de cuentas, se trataba de celebrar la alegría del jazz en su catedral madrileña, como en los viejos tiempos, y en estas no podía faltar el amigo Juan José González haciendo esas cosas que hace Juanjo cuando sale al escenario sin encomendarse a Dios ni a quienes lo están ocupando en ese momento. En este caso fue “Haitian Fight Song”, que si ya de por sí es un número trepidante, con Juanjo y sus bramidos de por medio, terminó en un puro delirio. Y aún faltaba la traca final con todos reunidos gritando “¡más madera!” al son de “Boogie Stop Shuffle”, y el “bis”, con Miguel Ángel, Baldo y Jordi y “Noddin Ya Head Blues”, y Juanjo, desde el patio de butacas, adoctrinando al respetable a grito pelado sobre Mingus. Porque así es él. Lo mejor: las ganas que le entraron a uno de escuchar los discos de Mingus.