Comentario: Danilo Pérez es un pianista de esos que se dice que tienen feeling, con una categoría innegable y que poco a poco ha sabido labrarse un hueco alejado de los ambientes del jazz latino, en los que comenzó. Aunque últimamente ha formado parte del cuarteto de Wayne Shorter, ha seguido manteniendo su trío, formado por dos primeros espadas como Ben Street al contrabajo y Adam Cruz en la batería.
La presencia de Lee Konitz, a quien no hace falta presentar, suponía un atractivo añadido al concierto. La sesión comenzó con Danilo Pérez y Lee Konitz en un mano a mano a pelo y sin ensayo previo. Dos temas improvisados en los que Konitz, como torrente en una cascada, descargó un manantial de notas dibujando diferentes cuadros llenos de emotividad. A pesar de la edad, aún se puede saborear la clase y el estilo característico de este histórico. Su manera de acometer los fraseos y de transmitir sensaciones con un estilo único aún ponen los pelos de punta. En esta primera parte del concierto, en la que quedó claro que fue para lucimiento del maestro, Danilo Pérez acompañó a Konitz con una auténtica lección de improvisación.
Seguidamente, ya con el trío en el escenario, la música empezó a decantarse por una senda más latina, como es lógico, y en la que sobresalió la presencia y buen hacer de Ben Street, gran contrabajista con una esmerada precisión. Su acompañamiento es de los que parece que no se nota, pero en conjunto termina siendo decisivo. Adam Cruz es otro de esos baterías y percusionistas latinos a quien siempre se supone buen rendimiento.
Ya con el cuarteto al completo, el concierto se fue decantando hacia los standards, presididos por un jazz de corte más clásico y más al gusto de Lee Konitz, con momentos de un altísimo nivel. Danilo Pérez es un pianista que atesora unas grandes cualidades y ha asimilado perfectamente el lado más puro del jazz aliado con una faceta latina que huye del folclorismo y los sonidos fáciles. Lo mismo es capaz de recordar a un Hank Jones que evocar el espíritu de Monk.
En definitiva, un concierto que no defraudó y que nos permitió disfrutar una vez más de un nombre propio de la historia del jazz como es Lee Konitz. Y es que los grandes lo son hasta el final.