Comentario: “Hemos conseguido salvar el 25% de nuestra programación”, afirmaba Dick Angstadt sobre el escenario del Centro Cultural Nicolás Salmerón. Y no es poco, con lo inesperado de la clausura del Bogui y la mayoría de las salas con sus agendas completas desde hacía meses. Gracias al ingente esfuerzo organizativo del orador y a la gentileza de los responsables de este centro cultural y otras salas de la capital, no todas las citas del programa de noviembre del club de Barquillo se han perdido en la sinrazón, y los aficionados de la capital deben a su gente algunos momentos más de jazz memorable.
Llegó, vió y venció. Si Nicole Henry en cuarteto es algo digno de verse, arropada por la big band de Bob Sands la cita se torna en espectáculo arrollador. Arrancó la orquesta calentando al público asistente que abarrotaba la sala (las invitaciones se agotaron en escasos diez minutos) con su caminar desenfadado antes de dar paso a la vocalista, que se metió a los asistentes en el bolsillo desde la primera estrofa de “Cheek To Cheek”. Siguieron “All The Things You Are” y “Look Of Love”, donde se pudo disfrutar de la intervención solista del saxofonista tenor cubano Ariel Brínguez, que ejercía de invitado especial de la banda.
Avanzó el espectáculo a tiempo de balada con “The Nearness Of You”, donde Sands tomó brevemente la flauta travesera, enriqueciendo los timbres de la orquesta, para recuperar el brío en “Too Close For Comfort”. Siguió “Teach Me Tonight” para dar paso a uno de los momentos más encantadores de la noche: el pianista Mike Orta subió al escenario en la penumbra para que la vocalista se recreara en una deliciosa versión de “The Very Thought Of You” plena de sensibilidad, en un diálogo íntimo entre voz y piano para erizar el vello. Todavía con la sensación de ensueño en los presentes, retomó la banda el tablado para cerrar la velada con “You Better Love Me While You May” entre los aplausos de un público rendido a los protagonistas. Puso el punto y final a la noche un arreglo de “Old Black Magic” que la orquesta bordó, a medio camino entre el latin y el swing.
Si bien no resulta novedoso este repertorio en el ámbito del jazz vocal, sí lo es descubrir a una intérprete como Nicole Henry, quien añade a unas cualidades vocales extraordinarias en cuanto a timbre, potencia o vibrato, una presencia escénica como pocas, elegante a la vez que cercana; que complementa su voz con su expresión corporal, estableciendo al instante una comunicación con el público, que le retornó parte de su energía. Completó una noche redonda la formación de Bob Sands, esa máquina de swing que respondía como un ser vivo a la más mínima indicación de su director, respirando con él, interpretando con naturalidad los arreglos más intrincados. Sands, pletórico en sus solos, disfrutó e hizo gozar rodeado de los suyos, rotundos músicos de sección y a la vez solistas de lujo.
Y en medio del júbilo y la energía, el sentimiento de pérdida que produce recordar que ese swing contagioso fluía en el Bogui cada noche de lunes, y el deseo de volver a vivir esa experiencia entre sus paredes acogedoras.