Comentario:
La duda razonable está presente siempre que te embarcas en la aventura de asistir a un concierto de viejas glorias, no es la primera ni será la última que acaba en decepción, sin embargo no es el caso de este legendario grupo de fusión que tuvo la oportunidad de actuar en escenarios tan emblemáticos del jazz como el Festival de Montreux o el Carnegie Hall de Nueva York.
En cuanto al concierto se refiere fue extenso en duración y variado con diferentes alternancias instrumentales, desde el dúo de percusiones hasta el quinteto pasando por el cuarteto. Pegasus mostró profesionalidad, cohesión y amistad aderezada por su capacidad como instrumentistas que creen en lo que hacen y hacen lo que creen, todo ello acompañado por un fuerte componente nostálgico que muchos de los allí presentes agradecimos especialmente. Y esos mismos son los que recordaron que Pegasus fue hijo de Iceberg que, con otro enfoque menos accesible, pusieron los primeros cimientos del jazz-rock –también llamado rock laietano– en España hace ya muchas décadas. Y es que había ganas por parte de músicos y aficionados, ya que veintiséis años sin pisar suelo madrileño son demasiados –los mismos que tiene Dan Arisa, hijo de Santi Arisa–; por eso Josep Mas, “Kitflus”, volvió a demostrar sus dotes como creador de atmósferas en “Área metropolitana” y en “Cami de rupit”, o Max Sunyer sus rápidas, acrobáticas, lujuriosas y ardientes escalas como para incendiar la sala en este mismo tema o en “Cáscaras”.
El funk tuvo su momento de gloria con un par temas que lo dicen todo: “Funktástic” y “Perseguido por el rayo”, con un sonido aplastante y demoledor donde la batería de Santi Arisa suena profunda, el bajo fretless de Rafael Escoté potente, la percusión flotante de Dan Arisa cierra huecos, los ambientes son de Josep Mas “Kitflus” y Max Sunyer se acerca a Larry Coryell o a John McLaughlin.
En “Can poc i bo” el grupo toca de memoria produciendo un sinfin de sonidos, principalmente desde la batería de Santi Arisa, recordando al rock laietano de Iceberg con tintes de sardana. En “Conga con ganas” pudimos disfrutar de un tema amable y alegre muy del estilo del grupo y con las improvisaciones de percusión a dúo asistimos a una puesta en escena tan original como poco vista: primero Santi Arisa golpea unas tablas horizontales africanas situadas en el suelo al que poco después se une Dan Arisa utilizando todo tipo de baquetas ya fueran duras o blandas que hacen percutir las palmas del numerosísimo público allí congregado. “Enanito trist” es una hermosa balada compuesta por Rafael Escoté con destacadas intervenciones de los teclados de “Kitflus” y la guitarra de Sunyer. Con “Cim so saó” asistimos a un momento especialmente espectacular por la belleza plástica que supuso ver a los cinco miembros tocar unos vistosos y grandes gongs que sirvieron de introducción a cambios de ritmo efectivos y coloristas.
Y de esta manera fue terminándose el tiempo de un concierto único e irrepetible, el final de una historia con final feliz a la que ya no restan más capítulos. Nuevos encuentros, antiguos encuentros, nostálgicos encuentros siempre bien hallados.