Comentario: El quinteto de Xavi Reija ofrece pocas dudas a la hora de definir su música, y para ello se rodea de músicos afines a ella, es decir, músicos de enérgico impacto que no son sino la prolongación mental del batería. Tal y como sucediera hace aproximadamente un año en este mismo escenario con motivo de la presentación de su primer trabajo Dream Land, con Ritual se sigue manteniendo la frescura de ideas y la misma energía rompedora de parches, teclas, cuerdas y lengüeta desde la perspectiva del jazz-rock-funk setentero.
Todo lo comentado tiene fiel reflejo en temas como “The Smuggler” o en “Are You Confidently Religeus?”, ritmos demoledores y punteos corrosivos a la velocidad de la luz, como un tiro atravesando tu cerebro. Las teclas se rompen, las manos apenas se ven, los parches se hacen profundos hundiéndose en un sin fin de redobles; música excesiva, lujuriosa, furiosa y agresiva, metáfora de instrumentos rotos y disonantes, que sin embargo se regula con precisos cambios de ritmo. En “Ritual”, tema que da título al disco, Xavi Reija nos rompe los tímpanos a base inusitados golpes de batería en su acompañamiento al brillante solo de Dusan Jevtovic (tan natural y soberbio como ácido), cuyo mástil apuntó al cielo y sus pedales al mismo infierno.
El standard de Wayne Shoter, “E.S.P.” del disco homónimo de Miles Davis nos ofrece la posibilidad de acercarnos al hard-bop por medio del desgarrado y potente saxo tenor del cubano Rafael Garcés, acudiendo al relevo el ardiente piano de Álvaro Gandul para hablar por los codos, antebrazos y por sus sincopados y percusivos dedos, sin olvidar la volcánica batería de Xavi Reija que no paraba de expulsar lava incandescente por sus tambores y baquetas.
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Después de tanta sonora erupción se hizo la calma con el tema “Sadness” donde la guitarra de Dusan Jevtovic se disfrazó de serenidad intensa, melódica y profunda con apasionados punteos que acabaron en un mar de apacibles y tranquilas aguas. Con la improvisada versión de “Dream Land” se retomó la senda más salvaje y abrupta recordando a The Brecker Brothers o Allan Holdsworth; metal progresivo, jazz, rock y funk acudieron la cita sin rubor ni recato dejando al espectador sin respiración en un contexto donde Bernat Hernández presentó sus credenciales con mayor fuerza y aplomo.
Con el bis “Dusan v1.1.” –un frenesí de conversaciones en clave funk que terminaron en una locura de disonancias caóticas y desenfrenadas– se dio por finalizada la flamígera actuación de un quinteto que sorprendió por la ausencia de teclados eléctricos con los que complementar el piano de Álvaro Gandul sin perder un ápice de garra y color.
