Comentario:
Con la de 2008 son ya cuatro las ediciones de Jazz Sigüenza. Un festival que a pesar de su juventud puede presumir de haber acogido en sus anteriores ediciones las actuaciones de músicos como Henri Texier con su Strada Sextet, el trío de Agustí Fernández con los improvisadores británicos John Edwards y Mark Sanders, Hamid Drake en dúo con Paolo Angeli, el Bester Quartet (anteriormente la Cracow Klezmer Band), Dave Burrell con Leena Conquest, Baldo Martínez en dúo con Carlo Actis Dato, Uri Caine y su Bedrock 3 o el proyecto Jewels And Binoculars de Michael Moore, Lindsay Horner y Michael Vatcher. Es posible y cierto que estos nombres no son ni muy conocidos, ni habituales de los festivales españoles, pero presentan una calidad contrastada que hacen que todos los años la programación de Sigüenza sea una magnífica excusa para visitar la ciudad del Doncel y sus muchas bondades gastronómicas y turísticas.
El grupo barcelonés Filthy Habits Ensemble fue el encargado de abrir la programación de la edición de 2008. La de Sigüenza fue la primera actuación de este proyecto basado en la música de Frank Zappa. Debido a la diversidad y amplitud de la obra de dicho compositor, guitarrista y agitador, es habitual que surja la discusión de si ésta se puede calificar o no como jazzística. Parece claro que no toda ella entra dentro de esa categoría, pero también es cierto que en sus grupos han participado músicos como los hermanos Brecker, George Duke, Vinnie Colaiuta o Jean Luc Ponty, y que algunos de sus discos fueron unos magníficos exponentes de la fusión del jazz con el rock.
Filthy Habits Ensemble ha centrado su repertorio en la etapa que cubre desde finales de los años 60 hasta mediados de los 70, con un repertorio que incluye clásicos de Zappa como “Peaches En Regalia”, “Uncle Meat”, “King Kong”, “Sofa Nº1”, “Big Swift” o “Eat That Question”. El octeto presenta una potente sección de vientos (trompeta más tres saxos/clarinete) que sirve para explotar el aspecto jazzístico de dichos temas. El saxofonista y clarinetista El Pricto ha sido el resposable de los magníficos arreglos de toda la música. Junto a los obligados del conjunto, cuya ejecución en algunos momentos no es demasiado sencilla, sus reescrituras abren grandes espacios para que los músicos, especialmente los de la sección de vientos, puedan desarrollar sus solos. El trompetista Guillermo Calero fue el protagonista de alguna de las intervenciones más brillantes de la noche. Liba Villavecchia, el más veterano del grupo, dio muestra de su gran clase y sentido melódico tanto con el saxo tenor como con el soprano. Don Malfon explotó una vena mucho más expresiva y menos sutil, logrando no obstante con sus solos al saxo barítono alguna de las intervenciones más aplaudidas de la noche. El Pricto, además de dirigir al conjunto, estuvo especialmente brillante con el clarinete. El resto de integrantes del grupo tuvo un papel más discreto en cuanto a los solos, aunque fueron fundamentales a la hora de tejer el entramado rítmico encargado de soportar el trabajo de los vientos. Director López-Wilkins superó con nota el papel de ”sustituir” a Frank Zappa como guitarrista. En sus solos supo aportar un toque roquero muy efectivo. La teclista Jo Miramontes, que también ejerció de actriz huyendo de ese noveno integrante del grupo que es el mismísimo King Kong, apenas disfrutó de espacio en forma de solos. Lo mismo les ocurrió al bajista Sebi Suárez o al batería Vasco Trilla, integrante del grupo de fusión Planeta Imaginario.
El concierto dejó satisfechos a todos los asistentes: a los aficionados a la música de Zappa debido a la nueva aproximación a su legado en una forma que va más allá de la pura reproducción de los temas originales, y a quienes no lo son gracias a la calidad del proyecto, tanto por lo puramente musical como por su ejecución y puesta en escena. Tras el concierto alguno de los músicos confesaba los nervios que había tenido en este debut en directo y añadía que en algún momento no se había sentido totalmente suelto. No fue esto último lo que se percibió entre el público, sino justamente lo contrario. Aunque si se hace caso a estas apreciaciones, quién sabe cómo puede llegar a funcionar este grupo en directo una vez logren rodarlo por medio de algunos conciertos más. Y es que el estreno de este proyecto permite adivinar unos directos en el futuro ciertamente prometedores.
El sábado tuvo lugar la segunda cita del festival. Los protagonistas fueron el pianista Jamie Saft, el batería Ben Perowsky y el gran contrabajista Greg Cohen. Este músico ha acompañado, entre otros, al mismísimo Ornette Coleman, ha integrado el cuarteto Masada de John Zorn, e incluso ha tocado con algunos cantantes españoles muy populares y ciertamente insospechados, según comentó el propio músico. Por fortuna, el concierto tuvo poco de insospechado o inesperado y, por fortuna, nos trajo algunos de los mejores momentos de Astaroth (el volumen 1 del Book Of Angels de John Zorn, CD publicado en Tzadik) y Trouble, publicado también en Tzadik y dedicado a recrear la música de Bob Dylan y en el que participaron como vocalistas invitados Anthony y Mike Patton.
El repertorio fue alternando temas de Zorn con composiciones de Dylan. A lo largo del concierto el trío recorrió distintos ambientes por medio de temas rápidos característicos del repertorio de Masada, tiempos medios, baladas y algunas canciones de Dylan expuestas con una fuerte querencia por el blues. La estructura de las piezas fue similar en todos los casos y consistió en exponer los temas para que a continuación los tres músicos se luciesen sucesivamente con unos brillantes solos.
Greg Cohen fue la gran sorpresa de la noche. Su mano derecha presentaba un color amoratado y tal hinchazón que, antes de comenzar el concierto, se temía por si su estado le impediría participar al gran nivel al que suele tocar. Dicho temor fue totalmente infundado y sus improvisaciones fueron de lo mejor de toda la noche. Cohen demostró estar en plena forma tanto en los solos como cuando ejerció de acompañante y soporte rítmico. Jamie Saft demostró que además de ser un pianista más que correcto no tiene muchos complejos: sin ser un vocalista especialmente dotado, demostró un gran desparpajo cantando y acompañándose al piano en “Ballad Of A Thin Man” de Dylan, tema en el que tuvo la difícil tarea de suplantar a Mike Patton, que fue el encargado de cantar el tema en el CD. Otras composiciones de Dylan que sonaron a lo largo de la hora y media de concierto fueron “Trouble”, “Dignity”, “God Knows”, “What Was It You Wanted” y “Living The Blues”, aunque en este último tema no se atrevió a emular a Antony, que es el encargado de cantarlo elegantemente en el CD.
El concierto volvió a entusiasmar a los asistentes que abarrotaban la ermita de San Roque y que provocaron que desde la organización se tuvieran que habilitar unos asientos adicionales. Un bis y dos apariciones en escena para saludar fueron el premio a los músicos por su gran actuación.
En el concierto del domingo el pianista Stephan Oliva y el clarinetista Jean-Marc Foltz tuvieron la complicada tarea de mantener el gran nivel de los dos conciertos anteriores. Aunque la misión tenía su dificultad lo consiguieron, transitando por unos caminos distintos (lo que no implica que sean ni mejores ni peores), de los de los dos días precedentes.
Oliva y Foltz partieron de las composiciones del pianista y de temas ajenos como “Naima” y “Lonnie’s Lament” de John Coltrane para estructurar su discurso. Apenas unas pocas notas servían para que ambos se lanzasen a unos diálogos improvisados en los que lo importante no fueron ni el volumen, ni la cantidad de notas, ni la velocidad a la que fueron capaces de tocar. Para ello Foltz (que fue alternando el clarinete y el clarinete bajo) y Oliva se mostraron muy contenidos. Ello no evitó que pudiésemos disfrutar del trabajo del clarinetista con una enorme técnica y gran expresividad, o de un pianista delicado y de una voz sumamente personal, al que en muchos momentos le bastaban sus dos manos y apenas diez o doce centímetros del teclado para realizar su trabajo.
El público disfrutó con el concierto a pesar de la aparente dificultad de la propuesta. Una buena prueba de ello fue la hora y media que duró el concierto, que finalizó ante una audiencia que casi llenaba el recinto con un bis reclamado y bien merecido.