Comentario:
En esto de la música, y no sólo en el jazz, hay que saltar al vacío, a poder ser sin red. La recompensa del riesgo, del más difícil todavía y de poner toda la carne en el asador es enorme, aunque peligrosa. El problema es que hay quien confunde riesgo con exceso y alarde creativo y/o interpretativo con autocomplacencia reiterativa y vacía.
Me planté muy contento en el museo Guggenheim, un lugar de maneras pomposas pero con acústica excelente, donde un público dispuesto a pasárselo bien disfrutó de lo lindo con el trío de la francesa Mina Agossi; aunque yo me llevé un pequeño chasco.
Con buenas referencias de la cantante, me senté dispuesto a pasarlo en grande y el concierto comenzó intenso y prometedor. Por un lado, el potencial de Agossi es algo incuestionable y, por otro, la elección de acompañarse exclusivamente de contrabajo y batería muestra esa agradable sensación de riesgo de la que hablábamos.
No voy a mentir, la cosa no empezó mal, pero en seguida se descubrió el pastel. La cantante lo hace bien, pero no lo suficientemente bien y, aun así, ese no es su principal problema. El problema es que Agossi descuida el conjunto dejándose llevar por su sentido del espectáculo, algo que sabe que funciona como una excelente cortina de humo; si la música no es suficiente, haz que pasen cosas en el escenario o, dicho de otra forma, si no puedes ocupar sus oídos ocupa su atención de cualquier otra forma.
La cantante es joven y explota, consciente o inconscientemente, el equilibrio entre su atractivo y sus entrañables presentaciones en español dificultoso, algo que triunfa por igual entre viejos verdes y gente de buenos sentimientos. Pero la música… La música, muy interesante durante los primeros minutos de tema, tiende a alargarse sin control, volviéndose plomiza y reiterativa.
No me malinterpreten, la francesa apunta maneras y su concepto es de lo mejor que le ha pasado al jazz vocal en mucho tiempo, pero a su discurso le falta consistencia y desarrollo. La verdad es que no ayuda demasiado la elección de sus compañeros en el escenario, competentes pero anodinos, ni el abuso de teatralidad que cultiva la francesa haciéndole pasar demasiadas veces del buen rollo divertido al exceso paródico.
La actuación de Mina Agossi en Bilbao fue mitad promesa de futuro, mitad concierto de verbena. Espero que en los próximos años la cantante nos sorprenda y no se deje mimar por un mundillo tan machista como el del jazz; el mismo mundillo que no sería tan amable con ella en otras circunstancias.
Texto © 2009 Yahvé M. de la Cavada