Comentario:
© 2009,
Ricardo Carrillo de Albornoz
Primera visita a la cada vez más raquítica escena jazzística madrileña (enhorabuena a los organizadores de Jazz Círculo) de este joven músico británico avalado por la crítica internacional como una de las grandes promesas del jazz moderno. El pasado año acaparó varias nominaciones como uno de los más destacados pianistas del jazz europeo y su disco Perception ha seguido las mismas aclamaciones. Como principal referencia, destaca su paso por el grupo del batería Bill Bruford, Earthworks, antes de dar el paso de pianista de acompañamiento a dirigir su propio proyecto.
Lo primero que llama la atención de Simcock es su marcada formación clásica y su depurada técnica. Ya desde el primer tema del concierto parece que estemos ante un músico que igual
invoca a Chopin, a Shostakovich (pianistas sobre cuyas composiciones ha trabajado) o a Keith Jarrett y John Taylor, sus referencias más evidentes y a las que quizá este demasiado atado. Aun siendo un músico tan joven (25 años), deja traslucir una gran solemnidad en su música, con momentos de mucha complejidad alternados con otros más asequibles. En el Círculo de Bellas Artes desgranó
piezas en su mayoría compuestas por él mismo, intercaladas con referencias al jazz clásico. En general
conformaron un buen repertorio, afrontado con mucha sabiduría jazzística. Entre ellas, algún tema extraído de
la música popular norteamericana como el conocido “
Nice Work If You Can Get It” de George Gershwin y otros inspirados en ritmos más cálidos, como un semi calipso en el que el trío pudo romper el encorsetamiento de la solemnidad.
© 2009,
Ricardo Carrillo de Albornoz
La música del Gwilym Simcock Trio transita por un sendero donde se dan la mano un jazz de corte intimista, excesivamente lírico por momentos, con una buena armonización y ensamblaje del grupo. El contrabajista Yuri Goloubev es un buen complemento tanto en los momentos poéticos como en aquellos donde el grupo incrementa la tensión culminando en momentos álgidos. Su manera de percutir las cuerdas o utilizar el arco fueron destacables. Por su parte, James Maddren estuvo correcto a la batería, sutil cuando se necesitaba e incisivo en los momentos oportunos.
En conjunto fue un buen concierto de un músico al que merece la pena seguir más atentamente, desear que encuentre un estilo más personal y del que se pueden esperar mayores aportaciones a la escena del jazz europeo.