Comentario:
Hacía dos años que Ferran Fages no actuaba con guitarra eléctrica. Casi, casi, desde que hiciera el concierto del que se ha extraído su último disco, Al voltant d’un para/·lel (Etude, 2009). Como se explica en este último disco, los temas en él contenidos provienen en parte de temas ya registrados en su anterior trabajo con guitarra eléctrica, A cavall entre dos cavalls (Creative Sources, 2004), que a su vez también provenía de un concierto dado en junio de 2004. Pues bien, del concierto de la otra noche se podría decir algo parecido. Es decir, versiones o, mejor aún, nuevas aproximaciones a ese material sonoro y musical que conforma Al voltant d’un para/·lel.
Pero no estamos siendo muy precisos. Más que como temas, piezas musicales acabadas, y aunque contengan rasgos esquemáticos de ellos, hay que verlos como formas. Disposiciones de secuencias de notas, pausas, cadencias, una atmósfera que progresa muy lentamente, apenas sin gradación, todo lo cual hace que esas formas, vamos a llamarlas “temáticas”, sufran modificaciones y mutaciones trascendentales.
En pos de ello, Fages desplegó durante su actuación un anticlímax sostenido que situó al público frente a un lento proceso de mineralización, en el que la noción de “gradación” quedaba disuelta casi por completo. Mediante rasgueos cortos, pulsaciones de cuerdas, feedbacks mínimos y controlados, juegos con el brillo de las notas, y en un tema manipulando algunos objetos generadores de pequeños campos magnéticos (radio, flash, linternas), nos fue sumiendo en un estado contemplativo. Aunque se pudieron reconocer algunas partes o temas del disco, como una lectura enérgica de la concisa “Desprès de la primera pausa”, o fragmentos retomados de “Primer gir” y “Possible desfeta”, lo importante era ver cómo se comportaban esas formas ante variaciones sutiles del tempo y modo originales.
No fue un planteamiento nada fácil el que propuso Fages. Reclamaba del público una actitud activa y una buena carga de empatía para con el proyecto. Como con frecuencia ocurre con un determinado cine, soy del parecer de que esos planteamientos difíciles, esa exigencia que se le pide a la audiencia, acaba tornándose a favor de la obra, pues uno se da cuenta de que de alguna manera ha contribuido a su resultado final.
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Querría aprovechar para hacerme eco de una noticia algo preocupante de la que me enteré al finalizar el concierto. El ciclo “Músiques disperses”, que lleva algo más de dos años funcionando y que reside en el Heliogàbal, va a menguar mucho su actividad. A partir de ahora, y por decisión de la dirección del local, va a pasar a ocupar tan sólo un trimestre al año. Más allá de la referencia al estupendo grupo de folk-rock catalán de finales de los 60, “Músiques disperses” es un espacio de programación abierto, libre e independiente que funciona en segunda línea pero que con el tiempo ha ido haciéndose imprescindible. Trabaja en un ámbito reducido y modesto, pero artísticamente muy valioso. Dentro de él caben proyectos que abarcan toda clase de géneros y estilos, ya sean folk, rock, jazz, electrónica, improvisación, que tengan siempre el denominador común de la inquietud. Ha hecho y hace un gran trabajo con la escena local, pero también pasan por ahí con mucha frecuencia músicos de otros lugares tanto de España como de fuera. Además, basándose en esos mismos criterios, también acogen propuestas externas, caso del concierto aquí comentado o de otro reseñado hace unas semanas en Tomajazz (Gratkowski, Chisholm y Williams). Barcelona no se puede permitir perder este tipo de cosas.
Texto: © 2009 Jack Torrance
