Comentario:
La elección de D’3, el grupo que componen Jorge Pardo, Francis Posé y José Vázquez “Roper”, para actuar en el festival 365 Jazz Bilbao resultaba un poco doméstica de buenas a primeras, aunque de innegable calidad. Siempre he creído que Jorge Pardo es uno de los más grandes músicos de jazz de nuestro país -si no el más grande-, con lo que un servidor esperaba ver, al menos, un buen concierto. Pero una cosa es un buen concierto, y otra muy distinta presenciar lo que aconteció en Bilbao el pasado 21 de abril.
Siendo D’3 una formación con muchos años de rodaje, que manifiesten una gran química no es sorprendente. Pero desde que empezó el primer tema -un original de Pardo llamado “Huye, Huye”- sentí que lo que estaba escuchando era muy especial. El nivel de compenetración de los tres músicos es extraordinario; no sólo es cuestión de tocar todos a la vez, sino de tocar juntos hasta el punto de parecer dirigidos por un solo cerebro.
Pardo, músico de raza que define el concepto de autenticidad, se llevaba el saxo o la flauta a la boca y brillaba hasta deslumbrarnos. Sus improvisaciones rozaron la perfección, alcanzando esa extraña mezcla de inventiva, pasión y honestidad que no nos hizo levantar del asiento por muy poco. Posé demostró que tiene asimilado su instrumento hasta el punto de resultar difícil imaginarlos separados: hombre y contrabajo parecen uno, por momentos. Ataque, afinación perfecta, sentido, personalidad, y una forma de hacer cantar al instrumento con el arco que deja sin respiración. Y por último “Roper”, el batería mimético, que escucha, responde, empuja y, en todo momento, acompaña con mayúsculas. Un compañero tan fiel que hace lo mejor que alguien puede hacer por ti sobre un escenario: conseguir que suenes mejor todavía.
Hay que tener mucha clase para tocar con ese “duende”, y hacerlo por igual con unos tarantos de Camarón, el bolero de Ravel o la música de Vangelis para Blade Runner. Hay que ser realmente bueno para convertir una actuación más del festival bilbaíno en la estrella absoluta del programa, a pesar de los numerosos problemas técnicos (inexplicables en un auditorio tan pequeño).
Un concierto que me confirma que D’3 es, sin ninguna duda, el mejor grupo acústico que hay en nuestro país. Porque una cosa es tocar, otra tocar muy bien, y otra muy distinta levantar el vuelo y ser mágico. Y además, sin despeinarse.