Comentario:
Segunda visita a la capital de este joven pianista belga que ya ha dejado de ser una promesa para convertirse en una firme realidad del jazz europeo. Aunque esta afirmación pueda sonar a tópico, en el caso de Jef Neve se palpa con una claridad meridiana y así se pudo disfrutar en la Fundación Carlos de Amberes. Con un repertorio centrado en sus últimos trabajos publicados hasta la fecha, Nobody Is Illegal y Soul In Picture, la actuación de este trío sorprende por su alta capacidad de elevar el jazz a unas cotas inimaginables. Hay que estar ahí para percibir la intensidad y la clarividencia con que acomete cada una de las piezas.
Recogiendo el legado de pianistas como Brad Mehldau o Esbjörn Svensson, entre sus referencias más cercanas, Jef Neve saca a relucir su gran imaginación tanto en la composición como en la manera de dirigir el trío. Es capaz de inventar mundos sonoros que oscilan desde la melancolía a la vitalidad más intensa. Neve es capaz de acometer unos cambios de ritmo que llegan, como punzadas, directos al corazón.
Sus momentos a piano solo manifiestan un claro apego al repertorio clásico y también una cierta inspiración en un repertorio de corte más folk. Sus bellas baladas a tempo lento se transforman en perfectos engranajes, que se suceden con continuos intercambios entre los tres músicos. De la calma se pasa a la vorágine en pocos minutos. El piano puede convertirse en un elemento percusivo más, la tensión se mantiene y culmina en una marea de sonidos que atrapan y dan pie a una lenta y poética resolución.
Piel Verbist protagonizó la anécdota de la velada al romper cuerdas de su contrabajo; un accidente que fue asumido por el líder del trío con un estoicismo simpático que contagió al público. Al margen de este detalle, Verbist, al igual que su compañero Teun Verbruggen a la batería, fueron los perfectos acompañantes de un Jef Neve que demostró que el sentimiento lírico de la música no está reñido con el swing más arrebatador y las composiciones enfervorizadas. La música de este pianista de Lovaina (bella y culta ciudad de Bélgica) respira autenticidad, transita por caminos inexplorados y supone una nueva luz a la que mirar en el jazz continental.