Comentario: Es un lujo contemplar de cerca la evolución de un proyecto en manos de músicos como Geri Allen y su cuarteto. Es un lujo disfrutar de la maravillosa acústica del precioso paraninfo de la universidad de Deusto. Es un lujo contemplar un recital que roza la perfección como cierre a una temporada ecléctica, tal vez irregular, pero con eventos muy interesantes que están acercando el jazz a la población bilbaína e introduciéndolo en la vida cultural de la ciudad.
Hace un par de años tuve ocasión de ver a este mismo grupo en Santander, presentando el disco Timeless Portraits And Dreams, con Carmen Lundy como invitada. En aquel concierto el grupo estaba recién formado y la participación del tap dancer Maurice Chestnut era curiosa, aunque un poco forzada en algunas partes. En Bilbao, dos años después, el grupo de Geri Allen –ahora llamado Time Line– está consolidado como una unidad musical de primer orden, con Daryll Hall y Kassa Overall en perfecta sincronía con Allen y con Chestnut, que asume un papel más importante y pasa a ser un tap percussionist.
Esta concepción del claqué como elemento rítmico importantísimo es la que marcó todo el concierto de Bilbao, con un Chestnut que se convirtió en segundo solista, fascinando completamente a un público sorprendido y receptivo.
Allen presentaba
su nuevo disco, titulado sencillamente Live!, autoeditado
y producido por ella misma y por su manager, Ora Harris. Desde
la intro en piano solo que desembocó en el
espiritual “Oh Freedom” (que abría el disco
Timeless Portraits And Dreams) supimos que estábamos
escuchando algo muy especial. Cambios constantes de ritmo
se entrelazaban naturalmente con ecos de Bill Evans a medida
que el tema se transformaba en “Angels” (aparecido
originalmente en el disco The Gathering)
para mutar de nuevo en un glorioso “Soul Eyes”.
Allen mostró decenas de facetas en este largo medley
sin perder en ningún momento su propia personalidad,
jugando con todos los registros del piano, usando el pedal
de wah-wah, el Rhodes y un pequeño
teclado eléctrico con el que creaba pequeñas
atmósferas como acompañamiento. En realidad
no usó demasiado ninguno de esos recursos, más
allá de lo que sacaba del propio piano –que ya
era bastante–, y al final se echó de menos que
hubiera jugado algo más con el Rhodes.
En el tema “Philly Joe” dedicado, cómo no, al gran Philly Joe Jones, Maurice Chestnut fue la estrella. Mostrando una empatía brutal con el batería Kassa Overall, Chestnut llevó el aspecto percusivo del claqué hasta la estratosfera, levantando cálidos aplausos entre el público. Overall, alumno de Billy Hart y fuertemente influenciado por Max Roach, también es una de las claves de este grupo. Su capacidad para ensamblarse con Chestnut sin avasallarle y sin perder un ápice de contundencia es sorprendente. Ambos percusionistas dieron durante todo el concierto una auténtica lección de complementariedad rítmica.
Daryll Hall, otro músico excepcional curtido en mil batallas, fue el encargado de abrir el tema “Unconditional Love”, grabado originalmente por Allen en su disco con Dave Holland y Jack DeJohnette, The Life Of A Song. Hall mostró, una vez más, su tremendo pulso y su precioso sonido, redondo y perfecto, que se disfrutó al máximo con la estupenda acústica del paraninfo.
A partir de aquí, varios standards reinterpretados de manera terriblemente original fueron completando el repertorio. Una mágica intro a piano solo nos llevó a “Embraceable You” y la banda se unió para desarrollar un escalofriante “Lover Man”, en el que Allen mostró su capacidad para swingar al máximo. Por último, un “Ah-Leu-Cha” originalísimo, con Chestnut y Overall tocando las melodías con batería y claqué y el grupo uniéndose a ellos y tocando el tema a un tempo endiablado.
Después de una enorme ovación por parte del público, Allen y los suyos ofrecieron un apabullante bis dedicado a Rosa Parks, “In Appreciation”. Para entonces no había espectador que no hubiera quedado prendado de la música de Geri Allen & Time Line, tal y como se demostró cuando, al terminar el concierto, la pianista se hinchó a vender y firmar copias de su disco.
Este concierto, además de ser un lujo, tal y como he dejado claro al principio, resultó un broche de oro para la temporada de 365 Jazz Bilbao, y es la prueba evidente de que se puede programar jazz sin aditivos y conquistar al público. En cuanto a Geri Allen, no deja de ser alarmante que se haya quedado sin discográfica y que su último disco sólo se pueda conseguir en sus conciertos.
Pero ese es otro tema, y ya lo trataremos en el futuro.
© 2009 Yahvé M. de la Cavada