Comentario:
En cada proyecto que lanza el pianista cubano Omar Sosa sigue vigente el halo reivindicativo y de fascinación por África. Desde su primer disco hasta el último, la música arraigada en el continente africano es su obsesión y para ello la envuelve siempre de los mismos referentes: creencias religiosas, mestizaje de ritmos y también un cierto apego por la tecnología. Todo lo que se cuece en la cabeza de este músico nacido en Camagüey, residente en Barcelona, se proyecta en los sentimientos de agradecimiento hacia los antepasados africanos. Para ello, no duda en fusionar el folclore con lo contemporáneo, ya sea el jazz, el hip hop o la música electrónica. Otra cosa es el resultado y rendimiento que le saca a estos recursos. Ya hace tiempo que a Omar Sosa puede incluírsele sin sonrojos en los territorios de la música étnica o en el world-jazz, lo cual no desmerece sus propuestas.
Para empezar, a lo largo del concierto echó mano de diferentes elementos folclóricos que siempre marcaron la pauta de su actuación. A través de instrumentos tradicionales africanos como tambores batá, timbales, kongoman, m'bira y talking drum, Omar Sosa va envolviendo su música con una parafernalia de efectos ambientales más próximos al smooth jazz.
Sin embargo, cuando aparece el piano y su particular forma de entender el jazz, Omar Sosa recupera toda su credibilidad y las referencias a sus pianistas preferidos como Thelonius Monk y Don Pullen, son más que evidentes. En este apartado, Omar Sosa tiene ganada su credibilidad como un gran pianista que es. Pero donde el proyecto se viene abajo es en la excesiva introducción de samplers y de efectos pregrabados que le restan emotividad a sus conciertos. Con ayuda del bajista mozambiqueño Childo Tomas, embutido en un largo vestido azu, y con instrumentos de percusión atados a su tobillo izquierdo, el vocalista senegalés Mola Sylla, el brasileño Marque Gilmore, el saxofonista y flautista cubano Leandro Saint-Hill, Omar Sosa ha vuelto a incidir en la línea de creación de sus últimos años, alternando momentos brillantes con otros más confusos. En ciertas ocasiones, cuando la banda se sumerge en los caminos de la improvisación, sobre todo a cargo del saxofonista Leandro Saint-Hill, no se vislumbra el objetivo hacia conde transcurre esa música.
En resumen, con este tipo de proyectos Omar Sosa intenta abarcar muchos palos, quiere imprimir a su música un halo de trascendentalidad muy escenográfico, recurre a un exceso de variedad de sonidos tradicionales y contemporáneos, y a veces cae en demasiada grandilocuencia, olvidando otros aspectos por los que su música sería más provechosa.