Comentario:
De improviso
Rápido, como todo sucedió. Al llegar al mediodía a casa, mientras retozaba en el sofá decidiendo si Sawyer, el de Perdidos, es más imbécil de lo que parece o no (y que conste que es uno de los que mejor me cae), una amiga me anuncia que por la noche va a tocar Chris Corsano en solitario. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?
Y, efectivamente, pasadas las 21:30, comenzaba Corsano lo que a la postre sería un concierto fabuloso. La cosa consistió en 4 improvisaciones de unos 10 minutos o poco más. Como es sabido en él, empleó gran variedad de recursos y todos en profundidad, sin caer en lo trillado o en la ramplonería. Por ejemplo, trabajó con un arco aplicándolo contra el filo de los platos y, sobre todo, contra el aro metálico de la caja. Con esto, sumado a una melódica preparada con palillos que tocó y que apoyó sobre el parche de la misma caja, comenzó el concierto. Fue uno de los pasajes que más me gustó. Una entrada total en su mundo. La música en este pasaje avanzó lenta y agónicamente, fue tiñéndose de algo que recordaba a un blues disonante, hasta que ganó en dinámica, se mostró más frenética y entonces recordó más a música hindú. Hubo algún fragmento más que me recordó a esa música tan bien y secretamente organizada, tan elusiva para el aficionado occidental. Probablemente se trataba más de coincidencias, de un hipotético grado cero desde el que trabajar sobre una construcción musical. Otro ejemplo, cuando el sonido surgía del contacto de algunos objetos con las membranas de la caja o el goliat, ya fuera la melódica, una especie de kazoo de barro, o amontonando todas las baquetas encima, el resultado era extraño pero muy atractivo. Corsano demostró tener buen oído, buscando y esculpiendo el sonido hasta lograr lo que quería. Con una rapidez mental tremenda, descartaba o se metía en cosas que valía la pena seguir.También hubo momentos de una fuerza brutal, especialmente cuando usó como baquetas unas barras de plástico que producían un sonido seco y duro. Con ellos hizo varias veces una serie de redobles a una velocidad vertiginosa, pasando de la caja al timbal o al goliat. En cada uno de esos terremotos mostró una energía tremenda. Entre unos recursos y otros, entre la búsqueda de la nota y la descarga de agresividad, Corsano se definió de un modo claro como un batería freestyle y un improvisador de raza que poco o ningún caso hace de los géneros. Pero, lo que más me gustó, que es lo que mejor refrenda lo dicho, fueron los inteligentes desarrollos de cada pieza. Respecto a esa complicada suerte, que a mi juicio es el talón de Aquiles de muchos improvisadores y que además se hace más patente cuando la sesión es en solitario, Corsano salió del todo airoso. Por fuerza instintiva y por control. Había tensión y una disposición de las partes que te hacían permanecer atento constantemente. En ningún momento decayó el interés, siempre había algo que te reclamaba mayor atención. Su actuación de esa noche fue, para mí, mejor que otras que grandes baterías como Ches Smith o Paal Nilssen-Love han venido dando en solitario durante el último año en Barcelona. Si hacer un concierto de improvisación solo es de lo más difícil, hacerlo bien, no digamos. Corsano, solo total.