Comentario: Upsilon Acrux es una turbo-batidora que flirtea con el ridículo sin que llegue éste a acontecer. Partiendo de un poderoso tronco metálico, los californianos llevan casi una década injertando en él toda una serie de músicas que aman y admiran, yendo desde el esquivo
jazz-rock de Zappa hasta el
rock progresivo europeo más elegante. Pero, haciendo hincapié en esa hechura metalera, acorde con su generación. El concierto de la otra noche, más breve de lo deseable (poco más de media hora) por problemas técnicos ajenos a ellos, fue toda una exposición de su ideario: temas enlazados los unos con los otros sin solución de continuidad, compactado
earthquake-proof, velocidad de vértigo (incluso para algunos fans del metal que había por ahí) y tocado todo con metronómica precisión, con líneas que se abrían como un capullo y que, cuando uno ya las daba por olvidadas, volvían a aparecer. Quiebros, requiebros y más quiebros. Un
collage comprimido y violento, una supuración del metal que a buen seguro resultaría intolerable para el 95% de los seguidores del género.
Los Kayo Dot de Toby Driver plantean su trabajo de forma distinta. La cosa estriba en rebasar lo que es el metal fuerte –experimental también– al que normalmente Driver da rienda suelta en el grupo Maudin Of The Well, para inseminar otras zonas musicales más o menos limítrofes. De entrada, hay virajes a lugares más tranquilos, al folk rock psicodélico, aunque interpretado con densidad eléctrica, y a esa americana tan característica de unos Earth, sosegada pero misteriosa. Respecto a lo primero, decir que hubo un par de pasajes de los que cantó Driver que me recordaron al único disco que grabó Dino Valente, de Quicksilver Messenger Service. En su levemente extraño disco homónimo de 1968, Valente cantaba con insuficiente y dolorosa voz unas historias seudo biográficas muy relacionadas también con aquellos años, una suerte de contratipo generacional. Al margen de esto, la cuestión es que la forma de decir de Driver remitía, queriéndolo o no, a aquel maldito Valente. Las partes tipo Earth, dicho rápidamente y para entendernos, presentaron también algunos pasajes logrados, con Driver emulando el estilo de Dylan Carlson con gracia. Por el contrario, los tiempos más fuertes, en los que a priori deberían haber estado mejor, resultaron lo más flojo de su set. Quizá ello se debió a un exceso de retórica y/o afectación provocado por ese continuo juego de cambios y contrastes. Demasiado pusilánime por momentos.
Pero tampoco hay que culparlos de todo. Lo cierto es que lo peor fue la sonorización: inmisericorde, sin paliativos. Eso estropeó buena parte del trabajo de Kayo Dot (curiosamente con Upsilon Acrux, que presentaban un sonido más monocorde, no ocurrió). Y no sólo eso, sino que les fue minando el ánimo. La cara de Driver, hacia mitad de la actuación, lo decía todo. Esa misma desesperación podía apreciarse también en el rostro de su partenaire, la violinista Mia Matsumiya. Y es que no era un concierto de rock duro, y parece que el técnico no se enteró. Además de portar algún instrumento de viento, Kayo Dot trabaja con timbres y dinámicas muy amplios, y eso requiere un cuidado y una sensibilidad especial. A buen seguro que Driver echó en falta a uno de sus colaboradores discográficos, el mágico técnico de sonido Randall Dunn, responsable de los complejos y complicados directos de Sunn o))), e ingeniero de grabaciones de éstos, Earth, Secret Chiefs 3, Eyvind Kang, etc., además de Kayo Dot. Tuvieron mala suerte, mucha mala suerte.